Un minuto con Dios
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Fíjate cuánta prudencia hay en estos consejos de un hombre de edad para los que quieren que su vida sea desdichada: no tienen más, que hacer lo que sigue y pronto lo conseguirán.
Habla siempre de ti mismo y critica siempre a los demás.
Trata que la palabra Yo no se caiga apenas de tus labios.
Presta bien tu atención a lo que los demás dicen de ti.
Espera ser apreciado y haz lo que puedas para serlo.
Busca siempre divertirte y pasarla lo mejor posible.
Elude tus deberes siempre que puedas, siempre que para cumplirlos debas hacer algún sacrificio; busca siempre el camino más fácil.
Haz lo menos que puedas en favor de los demás.
Amate a ti mismo en grado superlativo, olvidándote de los otros; sé egoísta y no mires si los demás pueden sufrir por tus actitudes.
Haz todo esto y te doy mi palabra de que muy pronto tu vida será hondamente infeliz y desdichada.
Receta infalible y garantizada.
“Revestios todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que llegada la ocasión os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues El cuida de vosotros” (I Pe, 5, 5-7).
Habla siempre de ti mismo y critica siempre a los demás.
Trata que la palabra Yo no se caiga apenas de tus labios.
Presta bien tu atención a lo que los demás dicen de ti.
Espera ser apreciado y haz lo que puedas para serlo.
Busca siempre divertirte y pasarla lo mejor posible.
Elude tus deberes siempre que puedas, siempre que para cumplirlos debas hacer algún sacrificio; busca siempre el camino más fácil.
Haz lo menos que puedas en favor de los demás.
Amate a ti mismo en grado superlativo, olvidándote de los otros; sé egoísta y no mires si los demás pueden sufrir por tus actitudes.
Haz todo esto y te doy mi palabra de que muy pronto tu vida será hondamente infeliz y desdichada.
Receta infalible y garantizada.
“Revestios todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que llegada la ocasión os ensalce; confiadle todas vuestras preocupaciones, pues El cuida de vosotros” (I Pe, 5, 5-7).
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