Palmas de la victoria pascual

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Tradición. Hoy por hoy, la Iglesia católica celebra el Domingo de Ramos, escenificando lo vivido por Jesús en aquel momento.
Santiago.- Las palmas que florecen en las manos de la comunidad católica cada Domingo de Ramos es la invitación renovada para que la gente siga el camino de Dios hacia la victoria pascual, según el sacerdote católico Norberto Rosario.

Esa manifestación que da inicio a la Semana Santa, tiene dos significados esenciales. De acuerdo al eclesiástico, la procesión de los Ramos recuerda los hechos narrados en los Evangelios de Mateo 21,1-11; Marcos 11,1-10; Juan 12,12-16, y Lucas 19,28-40), cuando Jesús es recibido por el pueblo humilde a la entrada de Jerusalén.

En aquella ocasión la gente lo aclamó como “Rey” e “Hijo de Dios”. La antesala de la Semana Santa y la fecha como tal, está cargada de simbolismos y rituales. Con respecto a la peregrinación, la gente se reúne desde una iglesia pequeña y llevan ramos.

La vestimenta de los sacerdotes también refleja los valores del catolicismo. Según Norberto Rosario, el párroco y los ministros que acompañan el pueblo, caminan ataviados de rojo, que significa el martirio y la sangre derramada.

La marcha se inicia con un canto referido a Cristo como Hijo de David, perfumado con voces y sucesivas alabanzas. La bendición de los ramos no falta en el acto y el rocío de agua bendita en aquella rama que simboliza la victoria y entrada de Jesús en Jerusalén. Con la homilía continúa la celebración en el templo, confirma Rosario.

Segunda significación
El otro significado es la lectura de la pasión que por eso, según el sacerdote, se conoce este día como “domingo de la Pasión. “En un sentido más profundo, la celebración no sólo recuerda la entrada del Señor en la Jerusalén terrena, sino que se convierte en el cumplimiento de la profecía de su entrada en la Jerusalén definitiva del reino eterno”, expuso el párroco dominicano que cursa estudios en Viena.

LAS FORMAS DE CELEBRAR LA FECHA
Las naciones de tradición católica celebran la entrada de Jesús en Jerusalén. Esas palmas amarillas que empuñan los fieles, colorean el inicio de la Semana Mayor al simbolizar que Jesús encarnaba la salvación del pueblo.

Hoy por hoy, la Iglesia católica celebra la conmemoración de la entrda de Jesús, y escenifica con actos aquel momento.

¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
“Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de sus discípulos, y les dijo: ‘Entrad en la aldea que está enfrente de nosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y si alguien os dijere: ¿por qué hacéis eso?, decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá’.

Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.

Y unos de los que estaban ahí les dijeron: ‘¿Qué hacen desatando el pollino?’.

Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron ir. Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre Él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.

Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en Jerusalén” (Mateo 21, 1-11).

El Domingo de Ramos marca la frontera de dos eventos extraordinario en la vida de Jesús. Por un lado anticipa su reinado glorioso en la tierra, según fue revelado por los profetas, y que constituía la mayor esperanza de Israel, esto es, la llegada del Mesías, y por otro lado, esta celebración conmemora el evento anterior a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, que constituye la mayor esperanza de salvación no solamente de los judíos, sino de toda la humanidad.

LOS MOMENTOS DE LA ENTRADA
La entrada de Jesús a Jerusalén fue todo un acontecimiento de glora para la gente.

Jesús mandó dos de sus discípulos a que fueran a la aldea y así lo hicieron.

Así lo hicieron y explicaron a los que estaban allí que los había enviado Jesús.

Aceptaron su presencia porque los había mandado Él.

Muchos tendían sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de los árboles.

Hoy en día la Iglesia católica sigue estos eventos, los cuales son recreados para que los feligreses siempre tengan presente cómo fueron los hechos que dieron paso a la entrada triunfal de Jesús.

Por eso este evento se mantiene vivo en los corazones de quienes creen en Jesús y glorifican su nombre.

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