Los ritos se iniciaron a primera hora de la mañana con una misa en el Santo Sepulcro en la que se celebró la Pasión del Señor, una liturgia que se vivía horas antes en la iglesia de Getsemaní y de madrugada en diversas iglesias de la Ciudad Santa como la Casa de San Simeón y Santa Ana, Nuestra Señora de Jerusalén, la Iglesia de los Cruzados o la Abadía de Latrún.

La procesión franciscana, una de las más concurridas, se inició al mediodía en el pretorio, primera estación y en la que, según la tradición, el procurador romano Poncio Pilatos dictó la sentencia de muerte de Jesús mientras se lavaba las manos.

Desde allí decenas de frailes, "boyscouts" y cientos de peregrinos se apretujaron en las estrechas callejuelas empedradas para avanzar por la Vía Dolorosa recordando con letanías y plegarias los momentos del camino hacia el calvario que marcan los evangelios.

Los integrantes de la procesión entonaban cánticos y rezaban en lenguas como español, italiano, latín e inglés.

En la segunda estación se recordó el momento en que colocaron a Jesús una corona de espinas, mientras que las dos siguientes marcaron su primera caída cargando la cruz y su encuentro con su madre, María.

En la quinta se rememoró cuando Simón de Cirineo tomó la cruz de Jesús, mientas que en la siguiente, la Casa de Santa Verónica, se evocó el acto de ésta de limpiar el sudor y sangre de Jesús, y en la séptima estación se marcó la segunda caída.

El abultado número de fieles, la confluencia de varias procesiones y las medidas de seguridad impidieron a los peregrinos llegar a la octava estación, que recuerda el momento en que Jesús pide a las mujeres que no lloren por él, por lo que los fieles siguieron directamente hasta la basílica del Santo Sepulcro, que acoge las últimas seis estaciones hasta el Calvario.

La policía y fuerzas de seguridad israelíes controlaban el acceso a la basílica, en la que se encuentran los lugares en los que la tradición ubica el Gólgota -donde se levantó la cruz-, la piedra de la unción y la tumba de Cristo.

Héctor Gato, peregrino que ha viajado desde Buenos Aires para vivir la Semana Santa en Jerusalén, describe la jornada de hoy como "algo impresionante, una experiencia increíble".

"Es emocionante esta ciudad, toda la energía que se vive acá es realmente espectacular y recomiendo a todos los cristianos que se acerquen", declaró a Efe.

El mexicano Vicente Cadel es otro de los muchos peregrinos que vive con fervor cristiano la Semana Santa jerosolimitana y considera "una gracia de Dios" poder "vivir los momentos que vivió Jesucristo" en la ciudad santa.

"Yo me preparé espiritualmente para este día desde el Jueves Santo, con una eucarística en Getsemaní y una procesión hasta el lugar donde Jesús estuvo arrestado", explica este fiel que se adelantó a la marea de peregrinos que recorrió esta mañana la Vía Dolorosa haciendo anoche su particular Vía Crucis.

"Aprovechamos la noche para hacer el Vía Crucis en silencio y con las calles vacías. Fue una experiencia muy bonita y me emocionó ver a una anciana que esperaba desde la una de la madrugada en plena calle para entrar la primera hoy al Santo Sepulcro", asegura conmovido.

Cientos de agentes policiales trataron de garantizar que las múltiples procesiones transcurriesen sin incidentes y controlaron los accesos a lo largo del sinuoso recorrido, unos dos kilómetros que atraviesan las coloridas tiendas del zoco palestino rebosantes de cerámicas e imaginería religiosa.

En la plaza del Santo Sepulcro se vivió un momento de tensión cuando la policía israelí cerró el paso a una procesión de cristianos palestinos que trataban de acceder a la basílica, pero la tensión se rebajó poco después y los actos continuaron sin incidentes.

Las celebraciones del Viernes Santo finalizarán esta noche con la escenificación de los frailes franciscanos en el Santo Sepulcro del momento en el que se descuelga a Jesús de la cruz, se le embalsama en la piedra de la unción y, posteriormente, se le inhuma en la tumba de José de Arimatea.