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El verano, tiempo también apto para la Palabra de Dios

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El verano y las vacaciones son también un tiempo espléndido para acercarnos a la Palabra de Dios, para familiarizarnos más con ella, para llenarnos más y mejor de ella.

La Palabra de Dios, la Biblia, está es el libro más traducido –en más de 2.450 lenguas distintas- y más vendido –unos veinte millones de ejemplares al año- de toda la historia y también del presente. “La Palabra de Dios –dice el libro santo del Deuteronomio- está muy cerca de ti. Está en tu boca y en tu corazón para que la cumplas”. En el prólogo de su evangelio, el cuarto, el apóstol San Juan nos habla de que la Palabra existía desde el principio, que estaba con Dios, que era Dios, y que, en la plenitud de los tiempos, la Palabra de hizo carne y puso su morada entre nosotros. También el Nuevo Testamento, el autor de la Carta a los Hebreos, nos recuerda que la Palabra de Dios, es viva, enérgica y eficaz. Es más cortante que espada de doble filo. “Penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu, hasta las articulaciones y médulas y escruta los sentimientos y los pensamientos del corazón”.

La biblioteca viva de un pueblo

La Palabra de Dios, de este modo, la biblioteca viva de un pueblo –el Pueblo de Dios- reunida, celebrada, anunciada y vivida en el transcurso de miles de años. No es un libro de historia. No es un código cerrado de leyes o un curso de moral o de religión. Es un libro de vida y para la vida. Contienen, sí, preceptos legales, enseñanzas morales y contenidos catequéticos. Pero no reduce a Dios a una fórmula única, a un pensamiento único. Es una carta. Una carta de amor y de salvación. La Palabra de Dios es susurro, propuesta, invitación, frescor, novedad. Es un libro para todos. No está reservado a iniciados, a expertos o a creyentes. Es el libro de todos y para todos.

El escritor y poeta Paul Claudel, que se convirtió al catolicismo el 25 de diciembre de 1886 oyendo los cánticos de Navidad, murió el año 1955 y dejó sobre su mesa de trabajo, junto a sus gafas y su pluma, un pliego de papel con estas palabras: "Amo la Biblia". Y es que, "en la Biblia –había escrito Claudel con anterioridad-, oí por primera vez la voz dulce y amable de Dios, que ya nunca se extinguiría. En verdad, Dios me amaba". Emma Dessewfy, otra conversa conocida en Hungría por su vida social y caritativa, quebrantada física y espiritualmente y sumida en la soledad, encontró en la Biblia consuelo y refugio: "Ante mis ojos -confiesa- se manifestó el Evangelio de Jesús como un milagro”.

Decálogo de claves para leer la Biblia

He aquí un decálogo de claves para leer y orar uno texto bíblico, para acercarnos a él con la voluntad de que la Palabra de Dios sea aquí y ahora viva y eficaz para nosotros y para nuestra vida.

1.- Lee el texto lenta y atentamente, con el corazón y la inteligencia abiertos, estando pendiente a las palabras que más repiten, a los que hacen y cómo reaccionan los personajes.

2.- Mira el contexto. Aquello que precede y aquello que sigue en la Biblia, y a hacia dónde nos quiere dirigir.

3.- Pregúntate de qué género se trata: una narración, una historia, un texto legal, una relato épico, una oración, un canto, una parábola, una enseñanza catequética, una reflexión sapiencial, un anuncio profético…

4.- Trata de situar el texto en la historia bíblica. Para ello, mira las notas o introducciones de las distintas ediciones de la Biblia. Y relaciónalo con otros textos bíblicos conocidos.

5.- Recrea el marco y el contexto de la sociedad concreta para la que fue escrito originariamente el texto y cómo reaccionó ante él.

6.- Confronta e interpela el texto ante tu vida y ante el mundo que te rodea. Mira a ver qué te dice y qué le dice a nuestro mundo.

7.- Intenta sintetizar el mensaje del texto, desde sus contenidos y personajes. E incluso piensa que título le podría poner si con él tuvieras que hacer un comentario, una información.

8.- Empieza a orar. ¿Qué rostro de Dios se descubre en este texto? Contempla y alaba ese rostro, esa voz, esa presencia de Dios en su Palabra.

9.- Sumérgete en la espuma de las olas de esta oración, llena tus oídos de su música, tu mente de sus palabras, tu corazón de sus sentimientos. Descansa y reza con paz con todo ello.

10.- Una vez bien impregnado del texto y de todas estas sensaciones, intenta extraer algunas conclusiones prácticas para tu vida y busca llevarlas a la vida.

Tres actitudes básicas ante la Palabra de Dios

La Biblia fue escrita hace muchos siglos. ¿En qué medida puede entonces influir en lo que vivimos hoy? ¿Cómo evitar los posibles peligros de mezclarlo todo y de aproximarnos a ella sin caer en superficiales, en literalismo y en interpretaciones fundamentalistas? En suma, ¿cómo podemos descubrir y vivir la Palabra de Dios en su eterna novedad e interpelación? He aquí tres actitudes básicas:

1.- LA FAMILIARIDAD: Hay que reconocerse en lo que está escrito. Está escrito hace siglos, sí, para los lectores y creyentes de entonces, sí, y de toda la historia, sí. Pero también está escrito para mí y para nuestra humanidad.

2.- LA ORIENTACIÓN: Es necesario orientarnos adecuadamente. No vivimos ya en los tiempos en que fueron escritos los textos bíblicos. Importa, pues, poner al día la distancia geográfica, histórica, cultural, social que nos separa de aquellas épocas. Este ejercicio de orientación nos liberará de interpretaciones exageradas –por exceso y por defecto- de la Palabra de Dios. Nos la mostrará no como un libro del pasado, por maravilloso que sea, pero del pasado, sino del presente y del futuro. Nos descubrirá su clave, su esencia, su verdad.

Y es que la Palabra de Dios sigue siendo viva y eficaz. Su horizonte y sus destinatarios son el planeta entero, la completa humanidad. Y su mensaje sigue siendo el mensaje definitivo que el hombre de todos los tiempos y condiciones requiere. Es un mensaje de realismo, de sensatez, de debilidad, de justicia, de dignidad, de liberación, de esperanza, paz, de universalidad. Es un mensaje de amor. Es un mensaje que responde a las grandes preguntas que laten y claman en el corazón del hombre.

3.- LA NOVEDAD: Se trata, en suma, de describir –a pesar de las distancias puestas ya al día- que un texto enraizado en otro tiempo, puede aportar luz y esperanza nuestra vida de personas y de creyentes. Es un texto siempre nuevo, fresco, vigoroso, fecundo y fecundador.

La primera de estas actitudes (la familiaridad) es el pan de cada día, que no puede falta, pero que es renovar cotidianamente. La segunda (la orientación) es como los surcos que se cavan en el terreno del pasado para encontrar las raíces del texto bíblico y en el terreno del presente para preparar las semillas. La tercera actitudes (la novedad) es como un pequeño grano que se siembra y producirá frutos para el hoy y para el mañana.

Conozcamos la Palabra de Dios, sumérjanos en ella, amémosla y dejemos que sea nuestra luz y nuestra guía.
Jesús de las Heras Muela

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