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La mayor aventura

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La llamada de Jesús es un dejar lo conocido y seguirle. El Evangelio de este Domingo, 3º del Tiempo Ordinario, narra el llamamiento a dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan. La respuesta de estos primeros discípulos es la mayor aventura que también pueden seguir algunos de los que interiorizando la Palabra de Dios corren el riesgo de dejarlo todo y seguirle. Hoy se nos pide averiguar qué es lo que debemos dejar. “Dejaron… y lo siguieron”. En los puntos suspensivos podemos detenernos y pensar lo que Dios nos deja sentir en el corazón para “dejar” y “seguirle”.

No retengamos la vida, lo que nos ha sido dado es para “compartir”. No hay que forzar nada, fluye en el silencio orante cuando nos preguntamos: “¿Qué podemos dejar?” En cualquier estado, Jesús sigue llamando al riesgo, al despojamiento interior para pasar a la praxis del don. Es un reto y una gran y alegre aventura el seguir a Jesús.

¿En qué podemos embarcarnos cada uno de nosotros? En el corazón está la fuente de nuestras decisiones. La escucha del corazón implica actuar, renunciar a distintas opciones, es un acto de libertad interior. Jesús sigue llamando, invita y conduce a la felicidad plena según sea lo que arriesgamos.

En el Salmo 24 pedimos a Dios: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque Tú eres mi Dios y Salvador”.

¡Qué gratificante es para una vida pedir al Señor que nos enseñe “sus caminos” y seguirlos. A los discípulos, la propuesta de Jesús les debió resultar sumamente extraña: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

El llamamiento a la participación de los valores del Reino, supone una confianza total en la persona que llama. Los primeros discípulos “Creyeron la Buena Noticia” y se arriesgaron.




Teresa Valentí Batlle M.C.J.

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