Un minuto con Dios
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¡El hombre por el hombre! Grito del humanismo absoluto, que pretende concebir al hombre prescindente de Dios.
Así como no podemos ir a Dios sin pensar en el hombre, tampoco nos es posible ir al hombre sin ver su proyección hacia Dios.
Hay entre ambos: Dios y el hombre, el hombre y Dios, una intercomunicación e interrelación que es imposible borrar o siquiera olvidar.
Por eso, cuántas heridas nos hacemos los unos a los otros, cuando pretendemos herir a Dios; y cuántas heridas hacemos a Dios cuando nos herimos los unos a los otros.
El no nos permitió herirnos; más bien, nos preceptuó amarnos los unos a los otros; en cambio, el hombre está haciendo esfuerzos inauditos por cambiar su precepto por el de “Armaos los unos contra los otros” y por eso las cosas van como van.
Sabe el cristiano que sólo con el amor se perfeccionará, aun como hombre; nada debe tener tan presente como el precepto del Maestro:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que como Yo os he amado, asi os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn, 13, 34-35).
Así como no podemos ir a Dios sin pensar en el hombre, tampoco nos es posible ir al hombre sin ver su proyección hacia Dios.
Hay entre ambos: Dios y el hombre, el hombre y Dios, una intercomunicación e interrelación que es imposible borrar o siquiera olvidar.
Por eso, cuántas heridas nos hacemos los unos a los otros, cuando pretendemos herir a Dios; y cuántas heridas hacemos a Dios cuando nos herimos los unos a los otros.
El no nos permitió herirnos; más bien, nos preceptuó amarnos los unos a los otros; en cambio, el hombre está haciendo esfuerzos inauditos por cambiar su precepto por el de “Armaos los unos contra los otros” y por eso las cosas van como van.
Sabe el cristiano que sólo con el amor se perfeccionará, aun como hombre; nada debe tener tan presente como el precepto del Maestro:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que como Yo os he amado, asi os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn, 13, 34-35).
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