Un minuto con Dios

0:00

Nadie es totalmente perfecto; todos tenemos nuestras limitaciones, que no serán producto de una mala vo­luntad, pero sí fruto de la humana naturaleza, débil e imperfecta.

Hasta el sabio más sabio reconoce que hay cosas que ignora; más aún: cuanto más sabio es, más reconoce y lamenta el mundo ilimitado al que no alcanza con sus conocimientos, incluso en su propia especialidad.

Hasta el santo más santo reconoce que tiene sus defectos e imperfecciones; más aún, cuanto más santo es, tanto más humillado se siente, pues ve y lamenta que le falta tanto aún para llegar a conseguir la per­fección.

No temas, por lo tanto, reconocer en ti limitaciones, imperfecciones y defectos; reconócelos y siéntelo profundamente.

Si pensaras que no tienes defectos, sería argumento irrebatible para probar que distas mucho de la sabiduría y la santidad; si lo reconoces, estás demos­trando sin palabras, pero con hechos, que tiendes a ambas cosas: a la ciencia verdadera y a la santidad.

El esfuerzo por la propia perfección es una tácita confesión de las propias deficiencias.

“¿Es justo ante Dios algún mortal? ¿Ante su Hacedor es puro un hom­bre” (Job, 4, 17).

“¿Cómo puede ser justo un hombre ante Dios? Si pretende contender con El, no podrá responder una vez entre mil” (Job, 9, 2-3).

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts