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Un minuto con Dios

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Interesa lo que eres, porque ante tu conciencia y ante Dios es eso precisamente lo que vales; tú ves tu conciencia y Dios penetra el fondo de tu corazón.

Pero también intresa lo que piensas, pues, según pienses, se irá formando tu interior; ya amonestaron los antiguos: “dime lo que piensas y te diré quién eres”.

Interesa también lo que sientes, pues las obras son fruto de los sentimientos; si bien los sentimientos pro­ceden de las obras.

Interesa también lo que hablas, pues de la abundan­cia del corazón habla la boca; las palabras son los me­dios de comunicación de nuestra intimidad con los de­más; no podemos comunicar una intimidad mezquina, raquítica o desmazalada; es preciso estar en disposi­ción de poder comunicar algo positivo, una intimidad rica y enriquecedora, que lleve al bien y entusiasmo para la acción.

Todo: lo que hablas, lo que piensas, lo que sientes, constituye tu yo, y todo tu yo debe estar al servicio de los demás.

Los impíos “irán acobardados a dar cuenta de sus pecados y sus iniquidades se levantarán contra ellos para acusarles” (Sab, 4, 20).

“Decid verdad unos a otros; juicio de paz juzgad en vuestras puertas; no me­ditéis en vuestro corazón mal unos contra otros” (Zac, 1, 17).

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