Un minuto con Dios

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Al hombre le gusta asomarse a los umbrales del infinito.

Saber ver la huella de la trascendencia de cada cosa y tener por ello el temblor estremecido de quien roza lo infinito. El soplo permanente del Espíritu lleva a una toma de conciencia de lo humano y de lo divino.

Por lo mismo» ya no se admite un creyente insensible a los abusos y a las injusticias del mundo; no se quiere ya una religión extraña al hombre y al mundo, ajena a la construcción de un mundo nuevo y mejor.

Se experimenta con fuerza el sentido del hombre, y esto es bueno; pero puede no abrirse lo bastante al sentido de Dios, y esto está sucediendo con frecuencia en el mundo de hoy: de tanto buscar al hombre por el hombre, hemos terminado perdiendo a Dios y no ha­llando al hombre; mientras que si buscáramos a Dios lo hallaríamos a El y en El nos encontraríamos con el hombre.

“A los hambrientos colmó de bienes ya los ricos despidió vacíos” (Le, 1, 53).

Dios se sirve de los hom­bres; en consecuencia, Dios dará pan a los hambrien­tos a través de los otros hombres que no están ham­brientos; éste es el plan de Dios; no lo frustres en cuanto está de tu parte; asume tu responsabilidad.

    Siempre seré
    antorcha, que da luz;
    en mi interior.
    un hombre nuevo soy;
    prometo ser
    apóstol del Señor;
    en todos mis hermanos
    volcaré todo mi amor.

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