Tanto en la coronación de la reina Isabel como de los monarcas anteriores a ella, se prometió mantener las leyes de Dios y la profesión del Evangelio. Pero la Inglaterra de hoy está en guerra contra el Evangelio. Los cristianos que llevan su fe al trabajo se arriesgan a ser despedidos. El gobierno impulsa una agresiva campaña a favor de los gays, mientras amenaza con criminalizar la práctica y el discurso cristianos.

George Hargreaves es un político y activista cristiano. “Inglaterra está constituido como un país cristiano. Gústele o no a los ateos, diariamente se hace oración en el Parlamento. La reina es la cabeza de la Iglesia de Inglaterra y debe reconocer a Dios su soberanía sobre la nación. Estas cosas están escritas, no sólo en nuestra cultura, sino en nuestra constitución”, afirma Hargreaves.

Inglaterra es oficialmente una nación cristiana. En un tiempo fue la base misionera para todo el mundo, y enviaba misioneros a las colonias americanas. Pero hoy en día es cada vez más anticristiana, los casos de intolerancia y discriminación anticristiana comienzan a amontonarse.

En respuesta, organizaciones como “Interés cristiano por la nación” se han movilizado. Su directora Andrea Minichiello Williams advierte que si los cristianos no hacen algo, el país llegará a condenar la práctica del cristianismo en público.

“Hay una movida masiva del sector secular para privatizar la religión. Puedes tener fe mientras no te afecte en el trabajo, mientras no la traigas al lugar de trabajo. Sólo mantenla en privado, no puede ser pública. No debe afectar lo que haces en público” explica Minichiello.

Kuabena Peat es un cristiano que fue forzado a asistir a un entrenamiento de sensibilización homosexual impartido por una lesbiana. “Una de las cosas que dijo fue la pregunta, ¿qué los hace pensar que ser heterosexual es natural..? en ese punto, me fui”.

Peat escribió una carta a la instructora explicándo lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad y que Dios la amaba y él también. Luego fue suspendido. “Dijeron que la carta que envié, constituía hostigamiento e intimidación”, asegura.

Casos como este se repiten una y otra vez. Doctores, enfermeras, padres adoptivos, son considerados inadaptados por sus creencias cristianas. Se les pide no hablar de Dios en su trabajo, o son penados por ofender a homosexuales o musulmanes.

Ahora el gobierno quiere pasar un nuevo proyecto de igualdad que force a las iglesias a contratar homosexuales y transexuales.

El abogado Paul Diamond ha sido exitoso al luchar en la Corte contra la discriminación a los cristianos. “En el Reino Unido la agenda homosexual es militante. Han estado arrestando cristianos, encarcelándolos por crímenes de odio, suspendiendo becas. Hay agresiones constantes”, dice Diamond.

Un programa de la BBC interpretó a un cristiano violento decapitando a un musulmán. Además la televisora estatal puso a un musulmán a cargo de toda su programación religiosa.

El Islam sigue tomando ventaja, en gran parte porque el gobierno y los medios le dan casi un estatus de protección, mientras prácticamente persiguen al cristianismo, su propia religión estatal.

Muchos creen que el arquitecto de la nueva cultura anticristiana fue el exprimer ministro Tony Blair.

Tanto Minichello como Diamond hicieron la misma advertencia a los cristianos estadounidenses: ‘cualquier legislación anti-vida o por crímenes de odio bajo la administración Obama puede erosionar las bases cristianas de la nación’.

Minichello opina que esta situación llegará a Estados Unidos si liberaliza las leyes, tal como el presidente Obama lo ha hecho. “A los británicos Obama nos recuerda a Tony Blair. Encantador, persuasivo, convincente, con apariencia de moderación, y luego derribó todos los valores judeo-cristianos mientras decía que él era cristiano. Sabemos que pasará en Estados Unidos. Sabemos que su 40 por ciento de asistencia a las iglesias bajará al 20 por ciento. Cuando el gobierno federal y estatal comiencen a impedir la crítica a la homosexualidad, los crímenes de odio se aplicarán a los cristianos”, dijo Diamond.

Algunos estiman que sólo tomó 10 años minar casi por completo la herencia cristiana británica. Algo que parece difícil de restaurar, salvo por un repentino mover de Dios.