Segunda visita del Papa a Gran Bretaña presentará desafíos

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El Papa Benedicto XVI realizará esta semana una desafiante visita a Gran Bretaña, la segunda de un Pontífice en la historia, y su recibimiento en uno de los países más laicos de Europa será desde educada hasta indiferente, o incluso directamente hostil.

El viaje, que se produce después de un prolongado escándalo de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes en varios países europeos, ha tensado las relaciones con los anglicanos y creado descontento entre algunos ciudadanos por costear los contribuyentes parte de la factura del viaje.

La visita del Papa de cuatro días que comienza el jueves se ha visto rodeada de polémica y la recepción será una sombra de la calurosa bienvenida dada al carismático Juan Pablo II en 1982.

"Siempre ha habido protestas en los viajes, pero esta vez el rechazo parece mayor", dijo el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi. "Esto forma parte del clima en un país como Inglaterra, que es plural y directo", agregó.

Los organizadores del Vaticano son conscientes de que Benedicto XVI, que realiza el viaje como jefe de Estado a invitación de la reina Isabel II, visita un lugar donde la historia prácticamente ha incrustado sospechas con respecto al papado en la psique nacional.

Benedicto XVI es el segundo Papa que visita el país desde que el rey Enrique VIII estableció la Iglesia de Inglaterra en 1534 ante la negativa del Vaticano a anular su matrimonio con Catalina de Aragón.

Los católicos no recuperaron el derecho a votar hasta 1829 y los miembros de la familia real británica que se casan con un católico aún tienen que renunciar a su derecho al trono.

Cuando Benedicto XVI visite Edimburgo y Glasgow, en Escocia, y Londres y Birmingham, en Inglaterra, tendrá previsiblemente poca significación histórica, como sí la hubo hace 28 años.

Aunque tiene los mismos puntos de vista conservadores sobre temas morales como su predecesor, Benedicto XVI, un hombre reservado con un estilo profesoral, no tiene la misma personalidad que Juan Pablo II utilizó con maestría para impresionar incluso a los que no estaban de acuerdo con él.

Juan Pablo II era polaco y su país, como Gran Bretaña, había sufrido a manos de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Era un héroe anticomunista incluso para muchos no católicos y, cuando visitó Gran Bretaña, se encontraba en un pico de popularidad después de que sufriera un intento de asesinato en 1981.

POCA SIMPATIA

Benedicto XVI, que es alemán, no disfrutará de ese factor de simpatía cuando visite a una congregación minoritaria de unos 5,3 millones de católicos -justo por debajo del 9 por ciento de la población británica- mientras las críticas a la Iglesia y los titulares sobre el escándalo de abusos sexuales los han colocado bajo lo que algunos consideran un foco delicado.

"Decir públicamente que uno es católico en Gran Bretaña ahora mismo puede ser una invitación a una diatriba", escribió Peter Stanford, ex editor del Catholic Herald, en The Observer.

Benedicto XVI ha sido atacado por militantes ateos, algunos de los cuales han sugerido que debería ser arrestado y ser considerado responsable final por el escándalo de abusos sexuales de la iglesia.

Durante su visita hay previstas protestas por parte de laicos, grupos de derechos de los homosexuales y defensores de la ordenación femenina. El Papa visita además Gran Bretaña en uno de los puntos más bajos de las relaciones entre las iglesias anglicana y católica.

El año pasado, el Pontífice facilitó la conversión al catolicismo a los anglicanos descontentos por la decisión de su iglesia de permitir sacerdotes mujeres y obispos homosexuales.

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