La libertad
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Sin embargo, todas las coacciones que se acaban de enumerar prueban claramente que nuestra libertad existe, puesto que nos quejamos de ellas.
Se distingue con razón entre la libertad y las libertades. Estas, definidas por la Declaración de los derechos del hombre, fueron negadas, violadas, burladas de un modo u otro en todas partes antes de ser reivindicadas hoy como una deuda por la juventud del mundo entero, lo que debería asegurarles un determinado futuro. No son ellas las que están en discusión aquí, sino “la” libertad, es decir el poder que el ser humano posee, o no posee, para actuar sin estar predeterminado a hacer lo que hace.
Esa libertad existe. No consiste en hacer lo que se quiere, sino también lo que no se quiere, por prudencia, por respeto al prójimo, y a menudo por amor, principio primero de todo lo que es, fue o será. Supera todas las tendencias, las inclinaciones, el propio interés, el egoísmo, vence todo lo que puede “condicionar” al ser humano y brilla con un magnífico resplandor en el renunciamiento de sí mismo en favor del otro, o de los otros. Tiene el don de sí por divisa, y por insignia la cruz de Cristo.
En ese sentido es un combate. La libertad es el nombre de guerra de la caridad.
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