­

La libertad

0:00

“Somos tributarios de nuestra herencia, de nuestro medio, de la educación que recibimos; estamos movidos por pasiones e impulsos de origen oscuro, nuestro inconsciente, nuestro subconsciente, y hasta, para algunos psicólogos, nuestro superconsciente, lo que no deja a nuestra lucidez nada más que espacio de deliberación muy restringido; la historia, la sociedad, las convenciones, los que nos gobiernan o los que nos emplean ejercen sobre nosotros una presión decisiva; muy raramente tenemos la posibilidad de hacer lo que queremos; nuestros límites físicos e intelectuales reducen a poca cosa nuestro poder de apreciación y de expresión, contenido por leyes cada vez más numerosas y coercitivas; nuestra religión nos viene generalmente de nuestro medio, el cual, por su parte, la recibió por vía de sucesión, y nuestras ideas, que por lo común no son sino el reflujo del pensamiento difuso de nuestra época, se ven, suplementariamente orientadas por los medios de comunicación. Si fuera posible analizar las causas profundas de nuestras decisiones, nos daríamos cuenta de que no hay una sola que no sea el resultado de instintos, de apetitos, de temores o de movimientos interiores de los que no somos dueños: ¿dónde está pues nuestra libertad?”
Sin embargo, todas las coacciones que se acaban de enumerar prueban claramente que nuestra libertad existe, puesto que nos quejamos de ellas.

Se distingue con razón entre la libertad y las libertades. Estas, definidas por la Declaración de los derechos del hombre, fueron negadas, violadas, burladas de un modo u otro en todas partes antes de ser reivindicadas hoy como una deuda por la juventud del mundo entero, lo que debería asegurarles un determinado futuro. No son ellas las que están en discusión aquí, sino “la” libertad, es decir el poder que el ser humano posee, o no posee, para actuar sin estar predeterminado a hacer lo que hace.

Esa libertad existe. No consiste en hacer lo que se quiere, sino también lo que no se quiere, por prudencia, por respeto al prójimo, y a menudo por amor, principio primero de todo lo que es, fue o será. Supera todas las tendencias, las inclinaciones, el propio interés, el egoísmo, vence todo lo que puede “condicionar” al ser humano y brilla con un magnífico resplandor en el renunciamiento de sí mismo en favor del otro, o de los otros. Tiene el don de sí por divisa, y por insignia la cruz de Cristo.

En ese sentido es un combate. La libertad es el nombre de guerra de la caridad.

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts