¿Quién estableció las primeras jerarquías angélicas?
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En el fascinante mundo de los ángeles reina entre ellos un
orden perfecto, en armonía con el universo y el Cosmos que es por donde
se mueven constantemente, y componen una ciudad celeste, "ejércitos",
"legiones", lo que comporta un principio fundamental jerárquico.
La palabra "jerarquía" equivale a lo dicho por Dionisio. Este autor misterioso del siglo VI ha gozado durante mucho tiempo de una autoridad prodigiosa: se le consideraba el Dionisis-Areopagita, un convertido de San Pablo, pero el autor hace una admirable clasificación de los ángeles.
Para componer su jerarquía celeste combinó de un modo sistemático nombres de ángeles, a éstos añadió algunos de otros lugares de la Biblia, y con estos datos los relacionó entre sí. Esta construcción es tan célebre, y tan seductora que dedicaremos el capítulo a analizar su contenido.
Ya San Pablo dice a los de Efeso, para manifestar la absoluta superioridad de Cristo sobre las más sublimes criaturas, que Dios, lo ha hecho sentar "muy por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, y Dominación". En lo que el Apóstol se refiere a nombres de jerarquías angélicas que eran clásicas en las especulaciones judías. Igualmente a los Colosenses: Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades. En estas citas, se tiene la impresión de que estos cuatro nombres representan la totalidad de las criaturas invisibles.
Lo cierto es que en un arranque lírico muy propio del apóstol, lanza al vuelo estos nombres sin ningún rigor y notamos que el orden de los que son comunes a las dos listas difiere la una de la otra.
Resulta pues, inadmisible partir de estos textos para descubrir el orden que debe existir entre los ángeles. Tres de los cinco nombres que se encuentran en estos dos lugares aparecen a veces en otros de modo desconcertante: por ejemplo, en Efesios, los principados y las Potestades parecen componer todo el mundo angélico y se diría que para conocer el Misterio de la Salvación dependen de la Iglesia de aquí abajo.
En Romanos, son llamados vagamente Ángeles, Principados, y Potestades, y el apóstol no acaba de salir del enigmático laberinto en que se ha metido y complica todavía más el concepto angélico.
Los Arcángeles eran familiares a los autores judíos, que veían en ellos a los ángeles superiores, "los siete que están en pie ante el Altísimo", de los que habla el Libro de Tobías, y a los que se daban nombres (más de siete, hay muchas variantes): además de los tres que aparecen en las Sagradas Escrituras, Miguel, Gabriel y Rafael, se inventaron Fanuel, Uriel, Jeremiel, Raquel, etc.
Si Miguel dirige los ejércitos celestes, para el judaismo era como "el mayordomo del cielo", y su nombre significa el que es igual a Dios. En general los arcángeles son, según la etimología, los jefes de los ángeles.
En cuanto a los Serafines, se encuentran en Isaías. Los Querubines proceden de la imaginería babilónica; aparecen en la puerta del Paraíso puestos por Dios después de la caída de Adán y Eva, para prohibir el acceso a él. Del mismo modo que montaban guardia a la entrada de los palacios; estaban representados sobre el arca de la alianza y en el Templo y Ezequiel los contempló a orillas del Debar.
En este hilo de Ariadna, un enredado ovillo que es difícil desenredar, San Jerónimo creía que el mismo San Pablo no conocía todas las jerarquías angélicas. Incluso el prefacio de la Misa las invoca de un modo muy libre, por medio de cinco nombres en lugar de nueve, con bastante sobriedad: los Ángeles, los Arcángeles, las Dominaciones, las Virtudes y los Serafines.
La palabra "jerarquía" equivale a lo dicho por Dionisio. Este autor misterioso del siglo VI ha gozado durante mucho tiempo de una autoridad prodigiosa: se le consideraba el Dionisis-Areopagita, un convertido de San Pablo, pero el autor hace una admirable clasificación de los ángeles.
Para componer su jerarquía celeste combinó de un modo sistemático nombres de ángeles, a éstos añadió algunos de otros lugares de la Biblia, y con estos datos los relacionó entre sí. Esta construcción es tan célebre, y tan seductora que dedicaremos el capítulo a analizar su contenido.
Ya San Pablo dice a los de Efeso, para manifestar la absoluta superioridad de Cristo sobre las más sublimes criaturas, que Dios, lo ha hecho sentar "muy por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, y Dominación". En lo que el Apóstol se refiere a nombres de jerarquías angélicas que eran clásicas en las especulaciones judías. Igualmente a los Colosenses: Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades. En estas citas, se tiene la impresión de que estos cuatro nombres representan la totalidad de las criaturas invisibles.
Lo cierto es que en un arranque lírico muy propio del apóstol, lanza al vuelo estos nombres sin ningún rigor y notamos que el orden de los que son comunes a las dos listas difiere la una de la otra.
Resulta pues, inadmisible partir de estos textos para descubrir el orden que debe existir entre los ángeles. Tres de los cinco nombres que se encuentran en estos dos lugares aparecen a veces en otros de modo desconcertante: por ejemplo, en Efesios, los principados y las Potestades parecen componer todo el mundo angélico y se diría que para conocer el Misterio de la Salvación dependen de la Iglesia de aquí abajo.
En Romanos, son llamados vagamente Ángeles, Principados, y Potestades, y el apóstol no acaba de salir del enigmático laberinto en que se ha metido y complica todavía más el concepto angélico.
Los Arcángeles eran familiares a los autores judíos, que veían en ellos a los ángeles superiores, "los siete que están en pie ante el Altísimo", de los que habla el Libro de Tobías, y a los que se daban nombres (más de siete, hay muchas variantes): además de los tres que aparecen en las Sagradas Escrituras, Miguel, Gabriel y Rafael, se inventaron Fanuel, Uriel, Jeremiel, Raquel, etc.
Si Miguel dirige los ejércitos celestes, para el judaismo era como "el mayordomo del cielo", y su nombre significa el que es igual a Dios. En general los arcángeles son, según la etimología, los jefes de los ángeles.
En cuanto a los Serafines, se encuentran en Isaías. Los Querubines proceden de la imaginería babilónica; aparecen en la puerta del Paraíso puestos por Dios después de la caída de Adán y Eva, para prohibir el acceso a él. Del mismo modo que montaban guardia a la entrada de los palacios; estaban representados sobre el arca de la alianza y en el Templo y Ezequiel los contempló a orillas del Debar.
En este hilo de Ariadna, un enredado ovillo que es difícil desenredar, San Jerónimo creía que el mismo San Pablo no conocía todas las jerarquías angélicas. Incluso el prefacio de la Misa las invoca de un modo muy libre, por medio de cinco nombres en lugar de nueve, con bastante sobriedad: los Ángeles, los Arcángeles, las Dominaciones, las Virtudes y los Serafines.
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