Un minuto con Dios
0:00
Es bueno hacer lo que Dios quiere; pero quizá sea mejor, y cueste más, querer lo que Dios hace.
Y todavía puedes dar otro paso adelante: querer lo que Dios hace, pero quererlo con amor; porque lo que en la vida se hace sin amor, vale muy poco; en cambio, lo que se hace con amor, cuánto se estima.
Entre un ramo de flores que te tiran a la cara, o el capullito que te ofrecen con cariño, seguramente tú preferirás lo segundo.
Si las cosas de tu vida las realizas con amor y por amor, nadie te preguntará qué es lo que has hecho, sino más bien se fijarán en el amor con que lo has hecho.
Nadie te preguntará; tampoco Dios, que no se fija tanto en lo que hacemos cuanto en el amor con que lo hacemos.
Ama: ésta la ley, el consejo, la meta, el todo.
“Poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia en el sufrimiento, a la paciencia en el sufrimiento la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad” (II Pe, 1, 5-6).
Y todavía puedes dar otro paso adelante: querer lo que Dios hace, pero quererlo con amor; porque lo que en la vida se hace sin amor, vale muy poco; en cambio, lo que se hace con amor, cuánto se estima.
Entre un ramo de flores que te tiran a la cara, o el capullito que te ofrecen con cariño, seguramente tú preferirás lo segundo.
Si las cosas de tu vida las realizas con amor y por amor, nadie te preguntará qué es lo que has hecho, sino más bien se fijarán en el amor con que lo has hecho.
Nadie te preguntará; tampoco Dios, que no se fija tanto en lo que hacemos cuanto en el amor con que lo hacemos.
Ama: ésta la ley, el consejo, la meta, el todo.
“Poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia en el sufrimiento, a la paciencia en el sufrimiento la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad” (II Pe, 1, 5-6).
0 comentarios