Arcángeles que algunas veces han sido nombrados en la antigua Magia

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Todavía el libro apócrifo de Henoch, agrega los nombres de Raguel, Zutel, Rufael, y Fanuel; el apocalipsis de Esdrás, los de Gabulethon, Aker, y Zebuleon. Se añadieron después los de Surjan, Urjan, Uriel, y algunos otros, aunque los libros canónicos no los reconocen como a tales.

La existencia, origen y naturaleza de los ángeles, espíritus creados por Dios, fue definido dogma de fe en el Concilio de Letrán, declarando lo siguiente: “Dios, Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud, juntamente desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo.

Esta doctrina, definitivamente sancionada volvió a aludirla, a causa del materialismo y negaciones modernas, en una amplia cita literal, el Concilio Vaticano I de 1870. Y Pablo VI al formular el Credo del Pueblo de Dios, en el año de la Fe (1968) comienza con estas palabras: “Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de las cosas visibles e invisibles como en este mundo en el que transcurre nuestra vida pasajera, y de los espíritus puros llamados ángeles y creador en cada hombre de su alma inmortal”.

La Iglesia hereda de Israel la fe en la existencia de los ángeles, y la mantiene con sencillez, mostrando hacia ellos la misma estima y veneración, pero sin caer en las especulaciones fantásticas, típicas en gran parte de la literatura del judaísmo tardío, y de la imaginación popular.

Sin embargo, se reconoce ampliamente la función de los ángeles, sobre todo en relación con la difusión de la palabra de Dios. Los Hechos de los apóstoles, nos ofrecen un válido testimonio de esta creencia. Dos ángeles con vestidura humana revelan a los “once” que ese Jesús que acaba de subir al cielo volverá tal como lo habéis visto irse al cielo.

Un ángel del Señor libera a los apóstoles de la cárcel; otro, invita al diácono Felipe a seguir el camino de Gaza para unirse al eunuco de la reina Candaces; se le aparece también a Pablo viaje hacia Roma y le asegura que se librará del naufragio junto a sus compañeros de viaje. Su presencia es pues inalterable a lo largo de la historia y su existencia permanente y cósmica.

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