¿En qué se reconoce que una cosa es verdadera?
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“No tenemos ningún medio para saberlo. Los antiguos definían a la verdad como Ma adecuación —es decir la conformidad o, si prefieren, la coincidencia— de lo real y de la inteligencia’. Pero Manuel Kant demostró hace mucho tiempo que no podemos conocer fcla cosa en sí’, sino únicamente lo que es para nosotros, a tal punto que la concordancia de lo real con la inteligencia no es nada más que la concordancia de la inteligencia consigo misma. La física ultramoderna confirmó plenamente el diagnóstico de Manuel Kant mostrándonos que lo real está perpetuamente en fuga, y que siempre hay partículas más allá de las partículas hasta que no haya más que un misterioso flujo de energía. Por lo tanto, es imposible hablar de una ‘adecuación de lo real y de la inteligencia’, a causa de la ausencia de una realidad aprehendible. En consecuencia, no hay respuesta a su pregunta”.
Sin embargo, Tomás de Aquino nos dice: “Lo bello es el esplendor de lo verdadero”.
Se reconoce que una cosa es verdadera simplemente en el hecho de que es bella. Tomen una obra de arte moderno, el arco de un puente, la curva de una represa: su elegancia es la expresión material y visible de un cálculo exacto. Lo bello y lo verdadero están siempre asociados, y producen lo que se llama un estilo, el cual se refugió desde hace cierto tiempo en las matemáticas y la física. Comprobada, ¡ay!, en Hiroshima y Nagasaki, y por lo tanto verdadera, la ecuación de Einstein es, en su simplicidad, de una belleza tal que podríamos leerla sin demasiada sorpresa en el relato del Génesis (“¡que la Energía sea igual a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz!”).
En consecuencia, el estilo está ligado a lo verdadero, el talento al artificio, cuando no lo está a la mentira. Pascal tiene estilo, porque su mente científica le permite examinar la verdad de manera más estrecha y rigurosa. La filosofía moderna no es verdadera, porque no es bella… y viceversa. Cuando usted lee una frase de Jean-Paul Sartre como ésta: “La nada es un agujero del ser, una caída del en sí hacia el sí con lo que se constituye el para sí” es impensable que encuentre la menor partícula de verdad en esta indigesta cazuela de palabras.
Igualmente, hay que rechazar las objeciones sacadas de Kant y de la física ultramoderna. Kant es un poderoso pensador, pero se sirve de la inteligencia contra ella misma y desconoce su aptitud esencial: el poder que tiene de anularse totalmente frente a lo que es. La física ultramoderna no niega lo real, y no renuncia, de ninguna manera, a conocerlo.
Se oye frecuentemente, entre las trivialidades de la conversación, ese lugar común de la incredulidad general. “Es demasiado hermoso para ser verdad”. Error detestable. Si Dios existe, y existe, por el contrario nada es suficientemente bello para ser absolutamente verdadero.
Sin embargo, Tomás de Aquino nos dice: “Lo bello es el esplendor de lo verdadero”.
Se reconoce que una cosa es verdadera simplemente en el hecho de que es bella. Tomen una obra de arte moderno, el arco de un puente, la curva de una represa: su elegancia es la expresión material y visible de un cálculo exacto. Lo bello y lo verdadero están siempre asociados, y producen lo que se llama un estilo, el cual se refugió desde hace cierto tiempo en las matemáticas y la física. Comprobada, ¡ay!, en Hiroshima y Nagasaki, y por lo tanto verdadera, la ecuación de Einstein es, en su simplicidad, de una belleza tal que podríamos leerla sin demasiada sorpresa en el relato del Génesis (“¡que la Energía sea igual a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz!”).
En consecuencia, el estilo está ligado a lo verdadero, el talento al artificio, cuando no lo está a la mentira. Pascal tiene estilo, porque su mente científica le permite examinar la verdad de manera más estrecha y rigurosa. La filosofía moderna no es verdadera, porque no es bella… y viceversa. Cuando usted lee una frase de Jean-Paul Sartre como ésta: “La nada es un agujero del ser, una caída del en sí hacia el sí con lo que se constituye el para sí” es impensable que encuentre la menor partícula de verdad en esta indigesta cazuela de palabras.
Igualmente, hay que rechazar las objeciones sacadas de Kant y de la física ultramoderna. Kant es un poderoso pensador, pero se sirve de la inteligencia contra ella misma y desconoce su aptitud esencial: el poder que tiene de anularse totalmente frente a lo que es. La física ultramoderna no niega lo real, y no renuncia, de ninguna manera, a conocerlo.
Se oye frecuentemente, entre las trivialidades de la conversación, ese lugar común de la incredulidad general. “Es demasiado hermoso para ser verdad”. Error detestable. Si Dios existe, y existe, por el contrario nada es suficientemente bello para ser absolutamente verdadero.
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