Los Ángeles en la Extremaunción
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Finalmente, en relación con el sacramento de los moribundos, existe una liturgia de la Extremaunción con visos de extraordinaria sensibilidad eclesiástica. El sacerdote, invoca al Dios Santo pidiendo:
“Acoge a tu servidor en tu reino, que San Miguel le reciba…, que los ángeles de Dios salgan a su encuentro y lo lleven a la ciudad santa de Jerusalén”.
O mejor todavía la siguiente:
En el instante en que tu alma sale de este cuerpo purificado, que la excelsa cohorte de los ángeles salga a tu encuentro; que el Senado de los Apóstoles venga a ti para ser tu juez, que el ejército triunfal de los mártires vestidos de blanco venga a tu encuentro, que la muchedumbre de los santos confesores te circunde con los cirios en sus manos, que un jubiloso coro de vírgenes te acoja y alcances el bienaventurado descanso eterno”.
Es curioso observar que en el Ritual Romano, se coloca la tumba bajo la protección de los ángeles, y que en la Bendición de la Ceniza se pide:
“Dígnate enviar tu santo Ángel, para que bendiga y santifique estas cenizas.” Así pues, ejercitados en la asistencia a los moribundos, los ángeles son insistentemente convocados por la plegaria de la Iglesia.
El sacerdote desea al enfermo:
“Que los ángeles te conduzcan hasta el Paraíso; el cortejo de los ángeles vendrá para acogerte y, como Lázaro, que pedía limosna a la puerta del festín, entrarás en el descanso eterno”.
Propio es de los ángeles tal oficio. Como vemos intervienen en todas las necesidades del hombre, participan en todas las liturgias, rituales y protegen a la raza humana.
Diariamente ellos bajan y suben, suben y bajan, saben muy bien por dónde hay que vadear el río y conocen qué insignificantes son los monstruos acuáticos que tanto asustan a los hombres.
“Acoge a tu servidor en tu reino, que San Miguel le reciba…, que los ángeles de Dios salgan a su encuentro y lo lleven a la ciudad santa de Jerusalén”.
O mejor todavía la siguiente:
En el instante en que tu alma sale de este cuerpo purificado, que la excelsa cohorte de los ángeles salga a tu encuentro; que el Senado de los Apóstoles venga a ti para ser tu juez, que el ejército triunfal de los mártires vestidos de blanco venga a tu encuentro, que la muchedumbre de los santos confesores te circunde con los cirios en sus manos, que un jubiloso coro de vírgenes te acoja y alcances el bienaventurado descanso eterno”.
Es curioso observar que en el Ritual Romano, se coloca la tumba bajo la protección de los ángeles, y que en la Bendición de la Ceniza se pide:
“Dígnate enviar tu santo Ángel, para que bendiga y santifique estas cenizas.” Así pues, ejercitados en la asistencia a los moribundos, los ángeles son insistentemente convocados por la plegaria de la Iglesia.
El sacerdote desea al enfermo:
“Que los ángeles te conduzcan hasta el Paraíso; el cortejo de los ángeles vendrá para acogerte y, como Lázaro, que pedía limosna a la puerta del festín, entrarás en el descanso eterno”.
Propio es de los ángeles tal oficio. Como vemos intervienen en todas las necesidades del hombre, participan en todas las liturgias, rituales y protegen a la raza humana.
Diariamente ellos bajan y suben, suben y bajan, saben muy bien por dónde hay que vadear el río y conocen qué insignificantes son los monstruos acuáticos que tanto asustan a los hombres.
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