Un minuto con Dios

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En el mundo hay más cosas hermosas que feas.

Y hay una posibilidad favorable o desfavorable: que a las cosas buenas las puedes malear, y a las cosas malas las puedes tornar buenas.

Está, pues, en tus manos el que haya más hermo­sura en el mundo: primero, si reconoces y valoras las muchas cosas hermosas, que ya existen; segundo, si te esfuerzas por hermosear las cosas malas que también indudablemente existen.

Lo que te digo de las cosas hermosas o feas, exacta­mente hay que afirmarlo de las cosas buenas o malas; al fin y al cabo las cosas buenas son hermosas y las cosas malas son feas.

Esfuérzate, en consecuencia, por hermosear, por ha­cer buenas todas tus acciones, tus pensamientos, tus sentimientos, tus reacciones, todo tu ser, toda tu vida; y así indudablemente habrás contribuido a mejorar y hermosear el mundo; al fin y al cabo, vale más encen­der un fósforo que maldecir de la oscuridad, encender una hoguera que quejarse del frío, hacer el bien que perseguir al mal.

Las cosas pueden ser mejores, pero está en manos del hombre el hacerlas mejores de lo que son; e induda­blemente las cosas agradan más cuanto mejores sean; no es lo mismo una flor ajada, que una en todo su esplendor.

El autor de la carta a los Hebreos les decía:
“De vosotros esperamos cosas mejores y conducentes a la salvación” (Heb, 6, 9).

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