Un minuto con Dios

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Es todo un arte el saber callar: cuando, donde y co­mo se debe callar. Ese arte no lo enseña ni la ciencia, ni la reflexión, sino la propia vida.

Más te arrepentirás de hablar que de callar; aunque a veces será una verdadera obligación el que hables y callar entonces será para ti vergonzoso.

Calla cuando debes callar; jamás hables cuando no debas hablar o cuando no sea prudente que hables; espera el momento oportuno, para que entonces tu pa­labra sea beneficiosa; mientras tanto conserva tu si­lencio.

Calla cuando te halles nervioso, apasionado, no due­ño de ti mismo, muy irritado o indignado; no es el momento, no es la circunstancia propicia para que hables; en esos casos el silencio es la única actitud que puedes tomar; si hablas, te arrepentirás tarde o tem­prano; ¿para qué hacer algo de lo que luego deberás arrepentirte?

Calla, pero que tu silencio no sea hostil, sino ama­ble; que calle tu boca, pero que tu rostro hable con la sonrisa de la bondad y de la comprensión.

“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo… su tiempo el callar y su tiempo el hablar” (Eccle, 3, 1-7).

Trastrocar los tiempos no es prudente y a nada positivo conduce.

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