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Un minuto con Dios

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Dios al hombre lo hizo erecto, mirando hacia arri­ba; sólo el bruto animal tiene inclinada su cabeza hacia la tierra.

A veces te olvidas de esto y te arrastras por la tierra llevado por tus instintos; te arrastras empujado por tus inclinaciones; te arrastras sin horizontes y sin alturas.

Otras veces te dejas arrastrar por los demás; por los que tú juzgas más avivados que tú, más entendidos en las cosas del mundo y de la vida que tú, por los que ves que triunfan con triunfos más visibles y beneficio­sos; te dejas seducir por los que tienen más arrastre que tú, sin pensar si ese arrastre es para el bien o para el mal.

No debes dejarte arrastrar; has de caminar erecto, con un ideal bien claro y bien fijo, que oriente todas tus acciones y sea la explicación de todos tus móviles; siempre hacia arriba y siempre con deseo de mejora­miento, de propia superación.

“Renunciando a la impiedad y a las pasiones mun­danas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, aguardando la feliz esperanza y la mani­festación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” (Tito, 2, 12-13).

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