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La alegría

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Quizá del pesimismo se puede sacar algo positivo; pero del optimismo se puede sacar muchísimo.
La alegría es la manifestación de la felicidad

La felicidad es la plenitud de bienestar que sentimos dentro de nosotros, es la complacencia en lo que nos pasa o en lo que tenemos, es el gozo de un bien que poseemos.
Aunque se trata de una realidad de la que todos hablamos, nos sería muy difícil salimos de unas definiciones tan vagas como las que acabamos de sugerir. Además, cada persona tiene su propia versión de lo que es ser feliz.
Sea la felicidad lo que fuere, en lo que estamos de acuerdo es que tiene un efecto externo, visible, que es la alegría. Mientras que la felicidad se siente en lo profundo del alma, la alegría salta a la vista.
¿Por qué somos felices y, por lo tanto, estamos alegres? Porque tenemos lo que deseamos. La alegría tiene una estrecha relación con nuestras ambiciones y deseos.
Si ponemos muchas condiciones a la felicidad, es decir, si necesitamos mucho para ser felices, nos será más costoso estar alegres. Esto no significa que debamos renunciar a nuestras metas y nuestros deseos, sino que debemos saber adaptarlos y parcializarlos de tal modo que podamos gozar de ellos poco a poco.
Gozar las pequeñas cosas
Enseñar a nuestros hijos a disfrutar de las pequeñas cosas que se nos ofrecen cada día será, posiblemente, la forma más efectiva de educar en el valor de la alegría.
Aunque nos importan mucho los grandes ideales, los proyectos a largo plazo, éstos sólo causan alegría cuando se consiguen, si se consiguen. Por eso, debemos parcelar los planes ambiciosos en peldaños asequibles tanto en las posibilidades como en el tiempo. De esta manera, la felicidad y la alegría estarán siempre presentes en nuestras vidas.
Dicen los filósofos que "esperar una felicidad demasiado grande es un obstáculo para la felicidad", y la sabiduría popular lo expresa así: "La avaricia rompe el saco."
Si somos avariciosos de la felicidad y la queremos toda y a la vez, seguramente ¡nos quedaremos sin nada!

¿La frustración es la antialegría?
Hemos dicho que somos felices porque poseemos lo que deseamos y que esta felicidad se manifiesta en la alegría.
¿Qué ocurre, entonces, cuando no obtenemos lo deseado? Que nos frustramos, y la frustración es el enemigo más potente de la alegría.
Los niños pueden experimentar frustración porque no consiguen, por ejemplo:
• Sacar buena nota en un ejercicio escolar.
• Ir de vacaciones con la familia de un amigo.
• Encontrar aquello que necesitan.
• Hablar con un amigo por teléfono todo el tiempo que quieren.
• Que su equipo favorito gane el partido.
• Que su madre les compre el helado.
Como podemos comprobar tienen (y tenemos) pequeñas frustraciones diarias y una gama intermedia de frustraciones de todas las intensidades. En todas ellas se da un elemento común: no logramos nuestro deseo y, por eso, nos invade la tristeza, perdemos el buen humor, nos ponemos nerviosos y desaparece la sonrisa de nuestros labios. Sólo cuando lo conseguimos, recuperamos la alegría.

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