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Un minuto con Dios

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Hay un momento admirable en la vida de todo hombre: es el momento en el que se compromete ante su propia conciencia, a vivir el heroísmo del cumpli­miento del deber.

Desde ese momento el hombre mira todas las cosas desde otro punto de vista y todo cobra nuevos refle­jos, nueva vida.

Desde ese momento se abre en la vida del hombre una nueva etapa, más hermosa y sublime; la más her­mosa y sublime de toda su vida; porque en ella lia entrado a ocupar un lugar, no sólo importante, sino decisivo, el deber, en lugar del dinero, del placer, del confort, del egoísmo.

Y si el deber ocupa el primer lugar, también lo ocupa Dios, y si Dios es el primero, todo queda en orden.

Y, cuando todo está en orden, el hombre goza de verdadera y auténtica paz.

Con no poca razón los an­tiguos definieron la paz como “la tranquilidad en el orden”.

Te deseo la paz de tu conciencia.

“El hombre leal será muy bendecido” (Prov, 29, 20).

“¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por justicia?” (I Mac, 2, 52).

La fidelidad a la palabra que hemos empeñado, cuando se nos dijo que, Cristo contaba con nosotros y que nosotros contábamos con su gracia, ha de cumplirse a toda costa.

La fide­lidad a la palabra es en último término fidelidad al amor.

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