Un minuto con Dios
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No es infrecuente oír decir, ante cualquier circunstancia:
“Lo hice porque me arrastró la corriente, la costumbre…”
Tú no debes dejarte arrastrar por nada, ni por nadie, que no sea tu propia conciencia; porque en tu vida no debes tolerar que mande nada ni nadie más que tú.
Si te dejas arrastrar, serás como hoja de árbol caída y seca y, por lo mismo, ya infecunda y estéril.
Si permaneces fiel a los dictados de tu conciencia, serás como la roca milenaria, que siempre señala la ruta a los caminantes.
No quieras, pues, sincerar tu culpa cuando obras “arrastrado por la comente”; en realidad lo único que te arrastró fue tu falta de voluntad, la debilidad de tu carácter.
Si te dejas arrastrar, eres una cosa; si no dejas que nada ni nadie te arrastre, eres simplemente hombre.
Sé persona; no seas cosa.
Pide al Señor que fortifique los músculos de tu cuerpo y también los resortes de tu voluntad.
“Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades, para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad” (GS. 16).
Dios te habla por tu conciencia: escúchalo.
“Lo hice porque me arrastró la corriente, la costumbre…”
Tú no debes dejarte arrastrar por nada, ni por nadie, que no sea tu propia conciencia; porque en tu vida no debes tolerar que mande nada ni nadie más que tú.
Si te dejas arrastrar, serás como hoja de árbol caída y seca y, por lo mismo, ya infecunda y estéril.
Si permaneces fiel a los dictados de tu conciencia, serás como la roca milenaria, que siempre señala la ruta a los caminantes.
No quieras, pues, sincerar tu culpa cuando obras “arrastrado por la comente”; en realidad lo único que te arrastró fue tu falta de voluntad, la debilidad de tu carácter.
Si te dejas arrastrar, eres una cosa; si no dejas que nada ni nadie te arrastre, eres simplemente hombre.
Sé persona; no seas cosa.
Pide al Señor que fortifique los músculos de tu cuerpo y también los resortes de tu voluntad.
“Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades, para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad” (GS. 16).
Dios te habla por tu conciencia: escúchalo.
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