El Señor es Dios cariñoso

8:12

El Evangelio de Mateo 20, 1-16 nos remite a la gratuidad de Jesús. El tiempo del trabajo no cuenta para quien actúa desde la misericordia y la libertad. Los del atardecer reciben lo mismo que los del amanecer; surge la envidia entre los jornaleros.

Hagamos una conexión de los distintos mensajes que nos presenta la liturgia de hoy y descubriremos en nuestro corazón cuánto hay de bondad, gratuidad, misericordia… o quizás envidia ante situaciones concretas donde nos quejamos porque Dios es cariñoso con todos, aunque pensemos que esto no es justicia. No sometamos a Dios a nuestros parámetros, sino hagámonos cómplices con Él de su ternura y bondad.

Hoy, donde el mundo sufre una crisis de valores humanos más que económica; donde se despide al obrero sin aviso previo o justifi cación, tengamos la libertad de acoger cariñosamente a todos: “los del amanecer y los del atardecer” y si nos pasamos en generosidad, pensemos que es mejor pasarse que no llega. Dios nos concederá siempre la cordialidad creativa para hacer felices a los demás y sentirnos responsables de la ternura de Dios y así podremos entonar el canto de la vida.

Apliquemos los sentidos, interactuemos con lo que visualizamos y así poder interiorizar lo que Dios nos dé a gustar. Entremos en la prisión con Pablo, su situación personal le hace descubrir el valor de la vida del cuerpo y se le presenta una alternativa. Quizás algunos la habrán experimentado también. A menudo, cuando parece que el cuerpo no aguanta más, que es demasiado lo que se ha sufrido y sólo se desea ir al encuentro defi nitivo, uno se da cuenta que los planes de Dios no son los nuestros. Experimentadas así las cosas, se abandona a la voluntad de Dios con tal que Cristo sea anunciado y glorifi cado.

Somos un complejo psicosomático; nuestro cuerpo es instrumento sensible, él registra todas las incidencias de la vida y nos habla a través del Ps.144 de la ternura de Dios, de su cercanía, de su escucha para el que lo invoca.

En momentos difíciles de sufrimiento físico o espiritual la oración nos reconforta.

La oración cristiana no se hace a base de refl exiones fi losófi cas ni teológicas, sino de la contemplación de la bondad de Dios. Él es clemente y misericordioso, cariñoso con todas sus criaturas y nunca abandona a los que le invocan con sinceridad de corazón.

Teresa Valentí Batlle, M.C.J. Misionera del Señor Jesucristo

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