Usualmente, el hombre ignora el efecto deletéreo con pensamientos negativos, que con fuerza añadida crean perturbación al ser y al medio ambiente. Estos mismos pensamientos, a su vez, son los argumentos defensores del ego o conciencia inferior, para obnubilar la mente y crear factores disociantes, o arquetipos de dolor [creaciones]. Delegándose éstos, en herederos de la entidad que los creó, y a quien le muestran, que el falso mundo creado por ellos es la realidad última. Y es en este ilusorio mundo que logran situar al hombre para que se desarrolle con alienados principios de la misma naturaleza o calidad de los pensamientos y sentimientos generados en su interior.

Por otro lado, se debe tomar muy en cuenta que después que los pensamientos negativos, con odio, ira, egoísmo, envida, han sido emitidos, organizados y lanzados al éter, es altamente difícil suspender sus efectos o daño causal al entorno familiar, social y del planeta; pero todavía más puntual, en sí mismo. Ahora bien, aquí está la parte positiva. Cuando a esto se le integra la voluntad de cambiar, aparece la enseñanza idónea, y el maestro interno en cada uno, que orienta al ser para deshacer o transmutar todo aquello (creaciones) que en ignorancia creó. Pero ha de haber una observación constante, para discriminar y disciplinar los pensamientos; convirtiéndose uno mismo “en el celador ñvigilante- del ladrón que mora también en el interior y está en acecho constantemente ñpensamientos-...”.

Es por esta razón y consecuencia, que el hombre debe auxiliarse con el conocimiento y el desarrollo del amor. Y con ellos, pueda lograr que la semilla sembrada en el plantío ñhumanidad- sea fértil con el abono o prédica consciente de renovación espiritual. Y también para que el germen crístico resurja como la espiga del trigo; sin ser abarcada o atacada por la cizaña o yerba mala ñpensamientos y sentimientos- como aspectos del mal (creaciones). Pudiendo así, que el mensaje de amor crezca más y más; hasta que el hombre pueda reconocer con pensamientos de amor divino, que todos somos uno con Dios; y con ello tener la fuerza y voluntad suficientes, para desechar los malos pensamientos ¡que tanto dolor nos causan!