El subconsciente
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Hay algo fundamental que debemos comprender. La noción de que “tú creas tu realidad” es completamente cierta, pero en su sentido más poderoso describe que la realidad se crea desde el contenido del subconsciente, por eso ésta es como es, pues es en 90% de la mente –el subconsciente– que se guardan las memorias de lo que creemos de manera determinante.
Encontramos así que hay patrones que se repiten (incluso de generaciones a generaciones), deseos no cumplidos, viejos miedos, culpas y dogmas que siguen rigiendo nuestra vida. Muchas de las historias que tenemos grabadas ni siquiera han sido completa-mente nuestras y un potente corrosivo es creer que sí.
No desestimar el poder del subconsciente es trascendental para nuestra transformación y liberación. La ventaja de las muchas ofertas que tenemos actualmente para evolucionar en el desarrollo humano es que existen múltiples técnicas y escuelas para depurar el inconsciente de todo lo que acarrea y que no sirve a la realización; de nuestro más alto destino, estas herramientas nos ayudan de manera muy considerable a despojarnos de aquello que limita nuestra potencialidad y es muy conveniente encontrarlas.
Sin embargo, un elemento muy poderoso del que nos podemos valer es cambiar los comportamientos, hábitos de pensamiento, emoción y acción en nuestro día a día. Salir de aquellas formas de vida que enrielan nuestras conductas hasta el punto del adormilamiento y de la obtención de los mismos resultados.
Cambiar lo que hacemos y, sobre todo, cómo lo hacemos abre nuevas rutas de pensamiento y nuevos enlaces neuronales, desplazando en el subconsciente aquéllos que forman el entramado que genera lo que hemos creado hasta ahora.
Esto se traduce en probar los límites –sanos– de lo que somos capaces y que probablemente por las limitaciones inconscientes creemos que no podemos hacer. Si siempre vamos en el tráfico sin ceder el paso, pasando las luces amarillas, rebasando, probemos tener paciencia, ceder, respirar, esperar.
Si siempre queremos ser el alma de la fiesta, probemos permanecer con un bajo perfil, aquietarnos, ser receptivos, escuchar. Pequeños actos como éstos irán despertando y modificando todo lo que está guardado en el ropero inconsciente y del que tenemos muy poca idea, pero que sí podemos observar en el resultado de cómo es nuestra creación de las cosas.
“Machacar” al subconsciente comportándonos con lo que tanto reclamamos que queremos ver y recibir de afuera y de los demás irá construyendo nuevos episodios de nuestra vida en todos sus espectros.
Encontramos así que hay patrones que se repiten (incluso de generaciones a generaciones), deseos no cumplidos, viejos miedos, culpas y dogmas que siguen rigiendo nuestra vida. Muchas de las historias que tenemos grabadas ni siquiera han sido completa-mente nuestras y un potente corrosivo es creer que sí.
No desestimar el poder del subconsciente es trascendental para nuestra transformación y liberación. La ventaja de las muchas ofertas que tenemos actualmente para evolucionar en el desarrollo humano es que existen múltiples técnicas y escuelas para depurar el inconsciente de todo lo que acarrea y que no sirve a la realización; de nuestro más alto destino, estas herramientas nos ayudan de manera muy considerable a despojarnos de aquello que limita nuestra potencialidad y es muy conveniente encontrarlas.
Sin embargo, un elemento muy poderoso del que nos podemos valer es cambiar los comportamientos, hábitos de pensamiento, emoción y acción en nuestro día a día. Salir de aquellas formas de vida que enrielan nuestras conductas hasta el punto del adormilamiento y de la obtención de los mismos resultados.
Cambiar lo que hacemos y, sobre todo, cómo lo hacemos abre nuevas rutas de pensamiento y nuevos enlaces neuronales, desplazando en el subconsciente aquéllos que forman el entramado que genera lo que hemos creado hasta ahora.
Esto se traduce en probar los límites –sanos– de lo que somos capaces y que probablemente por las limitaciones inconscientes creemos que no podemos hacer. Si siempre vamos en el tráfico sin ceder el paso, pasando las luces amarillas, rebasando, probemos tener paciencia, ceder, respirar, esperar.
Si siempre queremos ser el alma de la fiesta, probemos permanecer con un bajo perfil, aquietarnos, ser receptivos, escuchar. Pequeños actos como éstos irán despertando y modificando todo lo que está guardado en el ropero inconsciente y del que tenemos muy poca idea, pero que sí podemos observar en el resultado de cómo es nuestra creación de las cosas.
“Machacar” al subconsciente comportándonos con lo que tanto reclamamos que queremos ver y recibir de afuera y de los demás irá construyendo nuevos episodios de nuestra vida en todos sus espectros.
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