Nuestro lugar en la Familia

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Dios condenó a los israelitas que sacrificaban a sus hijos al dios pagano Moloc. (Levítico 20.2)
Al actuar de esa manera manifestaban  que los seres humanos no valían nada.       
Lo mismo ocurre en nuestros días. Desde el momento en que ocurre la concepción de un nuevo ser  en el vientre de la madre, comienza un proceso de desarrollo que continúa hasta la edad adulta.  El aborto constituye definitivamente un crimen. Es interrumpir ese proceso y suprimir una vida humana, ya que la Biblia muestra que la vida comienza con la concepción.
Dios nos forma cuando estamos en el vientre de nuestra madre (Salmo 139.13). El profeta Jeremías y el apóstol Pablo fueron llamados desde antes de su nacimiento (Jeremías 1: 5; Gálatas  1:15).
Juan el Bautista saltó en el vientre de su madre cuando se escuchó la voz de María, la madre del Señor (Lucas 1:44). Obviamente, los niños poseen identidad espiritual desde que están en el vientre de sus madres.

La Biblia no es más específica en el caso del aborto porque tal práctica era algo impensable para el pueblo de Dios. Por ejemplo, cuando Israel estaba en Egipto, un faraón cruel forzó a los israelitas a matar a sus niños recién nacidos. Nada dice de los que estaban en gestación. En la Biblia se considera este incidente como el más alto exponente de la crueldad y opresión (Éxodo 1.15–22). La idea de matar a sus propios hijos era maldición entre los hebreos. A todo lo largo del Antiguo Testamento, las mujeres soñaban con tener hijos. Los hijos se consideraban un don de Dios. Las mujeres imploraban no estar estériles. ¿Cómo puede una mujer destruir a su propio hijo? El aborto no sólo es inconcebible, sino el máximo exponente de la barbarie humana.
Todos tenemos una identidad y un lugar desde que nacimos en la familia. Tenemos que tomar nuestro lugar y actuar conforme al lugar que estamos ejerciendo.

Si somos padres y madres, actuemos en la función de padres y madres.
Si somos esposos y esposas, actuemos en la función de esposos y esposas.
Si somos hijos e hijas, actuemos en la función de hijos e hijas.
Si somos abuelos y abuelas, actuemos en la función de abuelos y abuelas.
Toma el lugar que Dios te asigno y se de bendición en ese lugar.

Oremos por la salvación de nuestras familias y propongámonos en los próximos meses conquistarlos para Cristo.
Intentemos demostrar nuestro amor los unos con los otros y especialmente restaurar conflictos familiares.
Vamos a orar y tomar nuestro lugar, para los que son padres y los que no como hermanos.
Hijos, sean hijos. Padres, sean padres. Abuelos, sean abuelos y sean de bendición en su posición.
Recuerda que no solo tienes una familia de carne, sino una familia espiritual. Todos somos parte de la misma familia, la Familia de Dios, el Cuerpo de Cristo

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