Un minuto con Dios

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Hoy han nacido unos, y otros se despidieron de la vida; unos cerraron sus ojos, y otros los abrieron a la luz.

Hoy han reído y gozado muchos, mientras otros su­frieron a gritos o en silencio; todo está mezclado en este mundo; penas y glorias, guerras y paz.

Pero no todo pasa; no es todo como el ave, que no deja ni el rastro de sus alas en el aire.

Hay algo que no pasa: son las obras que cada uno de nosotros realiza; sean ellas buenas o malas, quedan en nuestro recuerdo, en lo profundo de la concien­cia, en la presencia de Dios.

Y de cada una de esas cosas deberemos dar cuenta al Creador; para nuestra vergüenza o para nuestro con­suelo.

Dicen que la mortaja no tiene bolsillo; pero es que las obras no nos siguen en la mortaja, sino en nuestra conciencia.

“La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salva­dor restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado” (GS, 18).

“No os busquéis la muerte con los extravíos de vuestra vida; no os atraigáis la ruina con las obras de vuestras manos; que no que Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes…” (Sab, 1, 12-13).


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