Un minuto con Dios

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¡E1 silencio! Hoy nos cuesta bastante aceptar el silencio; estamos rodeados por todas partes de ruido ensordecedor.

Ese ruido puede impedir que nos oigamos a nosotros mismos y que oigamos la voz de Dios que nos habla en nuestro interior.

¡Silencio! Cuesta a veces callar en los momentos difíciles, en las penas amargas y en los goces íntimos, en las calumnias mordaces y en las alabanzas excesivas, en los pareceres hirientes y en los vaivenes de un corazón que se aleja.

Silencios que traen como consecuencia la inmersión en el Dios que portamos en nuestra intimidad.

Si miramos el bosque, lo veremos lleno de vida; pero la flor que abre sus pétalos lo hace en silencio; la violeta que esparce su perfume, la enredadera que trepa a lo alto, la gramilla que alfombra, las ramas que se extienden, el agua que se desliza… todo eso es silencio; y todo eso es vida y da la vida.

“Más vale oír reproche de sabio que oír alabanzas de necio; porque crepitar de zarzas bajo la olla, asi es el reír del necio y también esto es vanidad” (Ecle, 7, 5-6).

Muchas veces será preferible el silencio a tu alrededorf que no vanas palabras; si las palabras son plata, el silencio es oro; y si el silencio ha llegado a convertirse en oro, en ese caso el silencio muy fácilmente será cielo.

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