Un minuto con Dios
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No es tan fácil contesarse, a sí mismo, que uno “no quiere” hacer las cosas; es mucho más fácil buscar una excusa que nos exima de los compromisos de nuestros deberes.
La excusa más fácil es decir “No puedo”, y con esa excusa ya quedamos tranquilos; pero en nuestro interior sabemos muy bien que no es cierto que no podemos; y así tratamos de serenarnos, diciéndonos a nosotros mismos que “no sabemos cómo hacer”; y como esta segunda excusa tampoco llega a serenar nuestra conciencia, recién entonces apuntamos a la realización, con un tímido “Creo que no puedo”.
Quedan finalmente los tres últimos tramos antes de llegar a la realización de la obra, que son: “puedo, quiero, hago”.
Créeme, que si hicieras todo cuanto puedes, tú mismo quedarías asombrado de lo que puedes; pero ahora te dejo mi pregunta: ¿y, si puedes mucho más de lo que estás haciendo, no estarás obligado a hacerlo?
Si Cristo cuenta contigo, ¿puedes defraudarle? No olvides que lo único santo que hay es la voluntad de Dios. Cuando Pablo es derribado del caballo por el Espíritu de Dios, responde:
“¿Qué he de hacer, Señor?” (Hechos, 22,10). Vete hoy mismo al Sagrario y pregúntale tú lo mismo; escucha lo que El te responde.
Yo no sé lo que vale mi vida,
pero a Cristo la quiero entregar;
yo bien sé que su’amor me recibe,
y en sus manos la vengo a dejar.
La excusa más fácil es decir “No puedo”, y con esa excusa ya quedamos tranquilos; pero en nuestro interior sabemos muy bien que no es cierto que no podemos; y así tratamos de serenarnos, diciéndonos a nosotros mismos que “no sabemos cómo hacer”; y como esta segunda excusa tampoco llega a serenar nuestra conciencia, recién entonces apuntamos a la realización, con un tímido “Creo que no puedo”.
Quedan finalmente los tres últimos tramos antes de llegar a la realización de la obra, que son: “puedo, quiero, hago”.
Créeme, que si hicieras todo cuanto puedes, tú mismo quedarías asombrado de lo que puedes; pero ahora te dejo mi pregunta: ¿y, si puedes mucho más de lo que estás haciendo, no estarás obligado a hacerlo?
Si Cristo cuenta contigo, ¿puedes defraudarle? No olvides que lo único santo que hay es la voluntad de Dios. Cuando Pablo es derribado del caballo por el Espíritu de Dios, responde:
“¿Qué he de hacer, Señor?” (Hechos, 22,10). Vete hoy mismo al Sagrario y pregúntale tú lo mismo; escucha lo que El te responde.
Yo no sé lo que vale mi vida,
pero a Cristo la quiero entregar;
yo bien sé que su’amor me recibe,
y en sus manos la vengo a dejar.
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