Un minuto con Dios

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“La esperanza es lo último que se pierde”; ¡cuántas veces has oído y quizá tú mismo has dicho esta frase!

Y no es que sea desacertada, sino que puede entenderse mal y, con ello, convertirse en un anestesiante de las fuerzas del espíritu.

Esperar y dejarse estar; esperar… y aguardar pasivamente; esperar… y dormirse; esperar… y engañarse. .. Todo esto son distintas formas de cobardía, de inacción, de pereza; son formas con las que cubrimos estados anímicos nuestros poco confesables para nuestra misma conciencia.

En cambio, trabajar con perseverancia, esforzarse con denuedo, pensar seriamente en orden a la acción, confiar en uno mismo y confiar en Dios, esperar en que nuestro esfuerzo personal triunfará y que para ello Dios nos ayudará, esto es verdaderamente “esperanza”.

La esperanza no puede inhibir, no puede alienar; la esperanza suelta más bien las alas y empuja hacia la acción.

Si ponemos toda nuestra confianza en el Señor, forzosamente deberemos esperar en su ayuda.

“Dichoso el hombre que pone su confianza en Yahvéh” (Salmo 40, 5).

“En Dios sólo descansa, alma mía; de El viene mi esperanza; sólo El mi roca, mi salvación, mi ciudadela; no he de vacilar; en Dios mi salvación y mi gloria, la roca de mi fuerza” (Salmo 62, 6-8).

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