Un minuto con Dios

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Con frecuencia la vida se convierte en un juego de naipes en el que triunfa el as.

La diferencia está en que para unos el as mayor es el as de oro, para otros el de espada, para no pocos el de bastos y no faltan quienes eligen el de copas.

As de oro para los que ponen sus esfuerzos en alma-cenar riquezas a toda costa y sin reparar en miramientos o en delicadezas de conciencia, que se juzgan puritanas; es de oro con el que se piensa se pueden ganar todas las partidas, incluso la partida de la felicidad.

As de espadas para quienes todo lo quieren conseguir con la fuerza, sea de las armas, sea de las leyes políticas o sindicales.

As de bastos para quienes pretenden arreglar el mundo a garrotazos, con violencia, con secuestros, con odios, guerras y crímenes.

As de copas para los despreocupados que tratan de ahogar en vino y licores, en fiestas y comilonas los sinsabores diarios, los problemas acuciantes para la sociedad o el vacío que ellos experimentan ni su interior, por falta de un sentido para su vida.

¿Será eso la vida? ¿Un juego de naipes?

“A Yahvéh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios” (Salmo 103, 33).

“Tu amor, mi Dios, es mejor que la vida; mis labios te glorificarán; así quiero en mi vida bendecirte” (Salmo 63, 4-5).

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