Un minuto con Dios
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Si no te pareces a quien amas, es porque no amas a quien te pareces, porque el amor, o encuentra semejantes a los que se aman, o los hace semejantes.
Y, si lo amas, si eres semejante a él, lo defenderás en su ausencia y lo amonestarás en su presencia; y, si lo defiendes, lo harás con sinceridad y, si lo amonestas, lo harás con profunda caridad.
Si lo defiendes con sinceridad y lo amonestas con caridad, lo ganarás para ti y para Dios, le habrás hecho un bien, habrás contribuido a su mejoramiento; y, al hacerlo mejor a él, te habrás hecho mejor a ti mismo.
Y de esa forma te habrás dado a los demás, porque el verdadero amor lleva a darse, pero a darse de verdad, sin retaceos, ni limitaciones, sin falsificaciones ni hipocresías.
La actitud de caridad te llevará en ocasiones a corregir a quien amas; pero entonces deberás corregirlo, porque lo amas y no pensar que lo amas, porque lo corriges.
“Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo y no hagas nada en un arrebato de violencia” (Eccli, 10, 6).
Si te examinas, con sinceridad y profundidad, verás que cuando corriges, o llamas la atención, hay en ti un tanto por ciento de buena intención, pero otro buen tanto por ciento de nerviosismo, de mal genio, de impaciencia.
Y, si lo amas, si eres semejante a él, lo defenderás en su ausencia y lo amonestarás en su presencia; y, si lo defiendes, lo harás con sinceridad y, si lo amonestas, lo harás con profunda caridad.
Si lo defiendes con sinceridad y lo amonestas con caridad, lo ganarás para ti y para Dios, le habrás hecho un bien, habrás contribuido a su mejoramiento; y, al hacerlo mejor a él, te habrás hecho mejor a ti mismo.
Y de esa forma te habrás dado a los demás, porque el verdadero amor lleva a darse, pero a darse de verdad, sin retaceos, ni limitaciones, sin falsificaciones ni hipocresías.
La actitud de caridad te llevará en ocasiones a corregir a quien amas; pero entonces deberás corregirlo, porque lo amas y no pensar que lo amas, porque lo corriges.
“Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo y no hagas nada en un arrebato de violencia” (Eccli, 10, 6).
Si te examinas, con sinceridad y profundidad, verás que cuando corriges, o llamas la atención, hay en ti un tanto por ciento de buena intención, pero otro buen tanto por ciento de nerviosismo, de mal genio, de impaciencia.
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