Un minuto con Dios

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Es bueno que tengas ciencia; es mejor que tengas conciencia; es bueno que sepas qué tienes qué hacer; es mucho mejor que hagas lo que sabes que tienes que hacer; es bueno que tengas talento, para saber lo que debes hacer; es mejor que tengas el talento de hacerlo.

La promesa, el propósito son buenos; pero no llegan a ser fecundos sino cuando los cumples, cuando se con­vierten en realidad.

El éxito es un propósito que se cumplió; el fracaso es un prepósito que no llegó a cumplirse; la promesa nunca realizó nada, pues, mientras es promesa, no ha llegado a realizarse; cuando ya se realiza, deja de ser promesa para convertirse en realidad.

Todo propósito que permanece en el terreno del propósito, es negativo mientras no descienda al plano de los hechos; toda promesa que sigue siendo promesa, es ineficaz mientras siga siendo promesa y no descien­da al plano de los hechos.

Es la voluntad de Dios la que nos santifica, el reco­nocimiento y la aceptación de la voluntad del Señor.

“No todo el que diga: «Señor, Señor» entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt, 7, 21).

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