Un minuto con Dios

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Un fracaso no es una vida fracasada; quizá sean necesarios muchos fracasos para que la vida sea un éxito y quizá la ausencia de fracasos sea lo que consti­tuya una vida fracasada.

Porque vida fracasada es no hacer nunca nada para no exponerse al fracaso; si nunca haces nada, nunca fracasarás; pero si nunca fracasas, quizá sea por­que nunca haces nada; y no hacer nada, ¿no es una vida fracasada?

Si no quieres equivocarte, si no quieres ser criticado, no hagas nada; pero si no haces nada, ya estás equivo­cado; y si no haces nada, podrán criticarte y en este caso con razón.

Muchos éxitos comenzaron con fracasos; muchos fra­casos tuvieron como positivo el haber intentado el éxi­to; y, después de un fracaso, siempre queda tiempo para una victoria definitiva.

Siempre debemos atribuir a Dios la victoria y los éxitos; los fracasos se deberán a nuestra flaqueza y mi­seria.

“Tuya, oh Yahvéh, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad, pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra… es tu mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia” ( Cró, 29, 11-12).

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