Un minuto con Dios
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Preocuparse por los demás, pensar en los demás, entregarse a los demás, en cristiano se llama apostolado; el apostolado no es una asignatura opcional para los cristianos ni un objeto de lujo del que en absoluto se pueda prescindir.
Aunque, según el Papa Juan, ni siquiera sería preciso exponer la doctrina cristiana si nuestra vida fuera auténtica; ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran testimonio.
No debemos -olvidar que el hombre no se salva hasta que él mismo no se convierta en salvador de los demás; solamente se salvará salvando.
Ante el múltiple trabajo que queda por hacer, conviene recordar el proverbio oriental:
“Más vale encender un fósforo que maldecir en la oscuridad”; más que lamentarnos de que falta mucho por hacer, o de que los otros hacen poco, hagamos algo nosotros, encendamos una luz para disipar las tinieblas.
El “¡Sálvese quien pueda!” no es cristiano.
Indudablemente hay que salvarse en racimo; con los hermanos y por los hermanos; hay que salvarse, salvando; salvando, nos salvaremos.
“Se oye la sangre de tu hermano clamar a mi desde el suelo” (Gen, 4,10).
“Los pequeñuelos piden pan; no hay quien se lo reparta” (Lam, 4, 4).
Aunque, según el Papa Juan, ni siquiera sería preciso exponer la doctrina cristiana si nuestra vida fuera auténtica; ni sería necesario recurrir a las palabras si nuestras obras dieran testimonio.
No debemos -olvidar que el hombre no se salva hasta que él mismo no se convierta en salvador de los demás; solamente se salvará salvando.
Ante el múltiple trabajo que queda por hacer, conviene recordar el proverbio oriental:
“Más vale encender un fósforo que maldecir en la oscuridad”; más que lamentarnos de que falta mucho por hacer, o de que los otros hacen poco, hagamos algo nosotros, encendamos una luz para disipar las tinieblas.
El “¡Sálvese quien pueda!” no es cristiano.
Indudablemente hay que salvarse en racimo; con los hermanos y por los hermanos; hay que salvarse, salvando; salvando, nos salvaremos.
“Se oye la sangre de tu hermano clamar a mi desde el suelo” (Gen, 4,10).
“Los pequeñuelos piden pan; no hay quien se lo reparta” (Lam, 4, 4).
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