Un minuto con Dios

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No basta que tú no hagas lo que ves que otros ha­cen; es preciso que tú obres de tal forma que los demás puedan hacer lo que tú haces.

No basta decir que no, es preciso decir que sí; el no es algo negativo, el sí es lo positivo.

El amor no con­siste solamente en no ofender, en no insultar; el amor es algo positivo y en consecuencia va a exigir algo más que no ofender.

No dar mal ejemplo a los demás, podrá ser una pri­mera etapa que nos propongamos, pero en manera alguna podrá ser la etapa definitiva; con ella no podrá quedarse tranquilo nuestro corazón ni en paz nuestra conciencia.

Estamos obligados a presentarnos delante de los de­más con tal carga de bondad que los instemos a la práctica del bien; con tal intensidad de generosa en­trega que los movamos a imitar nuestra dedicación al bien de los demás.

No basta no mirar hacia abajo; es preciso mirar po­sitivamente hacia las alturas; arriba y siempre arriba; que allí están las estrellas y allí brillan los luceros.

El cristiano es un testigo de Cristo; su vida ha de ser un viviente testimonio de su fe; debe sentir como dichas a él las palabras del apóstol a su discípulo: “Pro­cura ser modelo para los fieles en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza” (1 Tim, 4,12).

Y a otro discípulo le repetía: “Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence no teniendo nada malo que decir de nosotros” (“Tito, 2, 7-8).

    Ya soy de Dios,
    a Cristo me encontré;
    Ya piso fuerte,
    veo con claridad
    que Dios es nuestro Padre,
    que nos ama de verdad.

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