Un minuto con Dios

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La fe no es un producto de la razón; pero si eres creyente, estás obligado a conocer y a saber exponer los fundamentos de tu fe; los motivos razonables que te hacen permanecer en el mundo de la fe.

A veces te ha cruzado por la mente esta idea: “acepto a Dios, pero no sus misterios”.

¿Reconoces lo ilógico de esa postura?

En la fe, ¿se trata de ver o de aceptar? ¿Y se trata de aceptar, porque lo ves todo razonable, o porque es Dios quien te inspira confianza en su Palabra reveladora?

Si crees, porque a ti te parece verdad y razonable, entonces estás creyendo en ti, en tu razón, en tu entendimiento que te muestra las cosas, como aceptables; crees en ti pero no en Dios; y eso será fe humana, pero nunca fe divina; y con la fe humana puedes llegar a los mayores desastres, puedes perderla con facilidad, pues el fundamento en que se apoya es muy variable; mientras que la fe divina es inconmovible, pues Dios es siempre el mismo y nunca cambia.

“Has creído, porque me has visto. Dichosos los que aun no viendo, creen” (Jn, 20, 29).

“La fe es garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven” (Heb, 11, 1).

La fe es un salto en el vacío, pero el que da ese salto, sabe que no caerá en el vacío, sino en los brazos de Dios, que es su Padre, que no puede engañar.

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