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¿Dónde está Dios como existencia?

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Recuerdo que cuando niña, estado propio para muchas preguntas, cuestionaba: ¿Quién es Dios y dónde está…? La respuesta dada: Dios es bueno y está en todas partes. ¡Pero nunca imaginar! Que la suma de todas las partes me daba como resultado ¡el Todo! Hoy después de tratar de incursionar en conocer la verdad, he podido realizar parte de esa verdad (mi verdad) que obviamente no tiene que ser la verdad en otros, porque la Verdad no se transfiere, cada ser debe realizarla, y como tal es un patrimonio espiritual en cada uno.
En mi búsqueda interior, y tratando de resolver las incógnitas encubiertas como misterio, he creído despejar algunas, y me presionaba con esta pregunta: ¿Cómo si Dios es el Todo, puede localizarse en una parte de ese mismo todo…? Y me respondía: ¡Imposible! El mismo debe comprender el espacio como el Todo, y de la misma manera, debe integrarlo con su Omnipresencia, Omnisciencia y Omnipotencia; extrapolando también su Amor Divino y Supremo para abarcar a todos y hacer Uno de todos.

Dios es el Todo, en todos y todos en el Todo. Se entiende con esto, que Dios se expansionó desde el Todo para expresarse como la Creación.

La Unidad desenvuelta en la diversidad como formas manifestadas.

Y en esa diversidad entra el Ser como criatura, con atributos, naturaleza y esencia mismísima de Dios. Por tanto, a este Ser u hombre se le facultó para co-crear con Dios, y creó un ego que se convirtió en el enemigo de Dios, y del mismo hombre como su creador. A este ego es que se le ha designado el Satán o “becerro de oro”, construido como deidad, para adorarlo a través y con la gratificación de los sentidos, porque él es quien se ha encargado de mostrarle al hombre un mundo falso con estampas de realidad.

¿Si Dios es Todo, dónde queda el mal? Misma me contesto: Si el ego me crea ilusión, y tengo facultades para crear; entonces, yo misma con mis falsas expectativas de mi mundo y las glorias otorgadas a mis sentidos externos lo creé. Lo creé para darle realidad a mis ilusiones e inculparlo como causa de mis errores y miedos “pecados”. Un juego de mi mente con paisajes de entretenimientos para entretelones del drama en que participo, en mi rol o personaje de hombre.
Por tanto, “el mal” es una apariencia, una creación. Un opuesto para realzar la cualidad intrínseca del Bien.

Son aspectos que cohabitan como sentimientos contradictorios, y que se hacen a su vez contrarios al sentimiento de amor.

Batallan entonces entre sí para despertar a la conciencia a su realidad; y es cuando se devela el “Gran Misterio”, de que invertida esta materia –energía cristalizada- sólo existe Una inmutable, indivisible e inmanente, que coexiste con la eternidad sin salir del Espíritu Uno Universal –Dios.
Lesbia Gómez Suero

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