Un minuto con Dios

0:00

¿Te gusta mucho hablar de ti mismo? ¿Por qué será? Quizá porque estás convencido de que vales mu­cho y quieres que los demás también reconozcan tu valer; y esto es vanidad y orgullo.

Quizá porque piensas que los demás1 no reconocen tus méritos; y si los demás no los reconocen quizá sea porque en realidad esos méritos no son tan reales como a ti te parecen.

¿A los demás les gusta oírte hablar de ti mismo? Si no les agrada, ¿por qué será? ¿No será porque cuando hablas de ti mismo, lo haces disminuyendo a los de­más?

O, si no los disminuyes, ¿no será porque ni siquiera los tienes en cuenta? Y ésa es una manera muy sutil de disminuirlos; y, si los disminuyes de una u otra forma, ¿puedes extrañarte de que no les guste oírte hablar de ti mismo?

Si realmente vales, si tienes méritos y cualidades, no te preocupes, no es necesario que hables de ti; ya verán lo que eres y lo que vales; si no lo ven, no por eso disminuirá tu mérito o se perderá tu valer. Basta que te vea Dios y que te valore Dios.

“Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos: vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia, odia con toda el alma la abo­minación” (Eccli, 17, 25-26).
Dios es quien te sacará de las tinieblas, para guiarte a la luz de la salvación.

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts