Un minuto con Dios
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Los poetas cantaron con mimo a las flores; todos nos extasiamos ante
la pomposidad de las rosas, ante el aroma del clavel, la blancura de la
azucena, la complicada armonía de una orquídea, la caprichosa formación
de una pasionaria, la invisible presencia de una violeta, la exquisita
pequeñez del “no-me-olvides”.
Todos cuidamos con esmero las flores de nuestro jardín, de nuestras macetas, destinadas a formar ramos para nuestros centros de mesa, o para obsequiar a los que queremos bien.
Pero hay ciertas flores que están destinadas a marchitar su colorido y su esbeltez y a deshacer su aroma, acariciando las puertecillas de un Sagrario; parecería que a esas flores les ha tocado la lotería de no morir en la opaca tierra, sino ante el Dios de todo.
En tu vida, hermano, has de reservar algunos actos, que sean como las flores, que dediques única y exclusivamente a tu Dios; estará bien que hagas lo demás, pero estará mejor que no te olvides de Aquel que de ti se acuerda minuto a minuto.
“¡A Ti sólo se debe adoración, Señor” (Baruc, 6, 5).
“Entrad, adoremos, postrémonos ¡de rodillas ante Yavéh que nos ha hecho! ¡Porque El es nuestro Dios!” (Salmo 95, 6-7).
Que tu postura, tu actitud en el templo, sobre todo durante el Sacrificio de la Misa, sea de un verdadero adorador; de uno que adora en espíritu y en verdad.
Todos cuidamos con esmero las flores de nuestro jardín, de nuestras macetas, destinadas a formar ramos para nuestros centros de mesa, o para obsequiar a los que queremos bien.
Pero hay ciertas flores que están destinadas a marchitar su colorido y su esbeltez y a deshacer su aroma, acariciando las puertecillas de un Sagrario; parecería que a esas flores les ha tocado la lotería de no morir en la opaca tierra, sino ante el Dios de todo.
En tu vida, hermano, has de reservar algunos actos, que sean como las flores, que dediques única y exclusivamente a tu Dios; estará bien que hagas lo demás, pero estará mejor que no te olvides de Aquel que de ti se acuerda minuto a minuto.
“¡A Ti sólo se debe adoración, Señor” (Baruc, 6, 5).
“Entrad, adoremos, postrémonos ¡de rodillas ante Yavéh que nos ha hecho! ¡Porque El es nuestro Dios!” (Salmo 95, 6-7).
Que tu postura, tu actitud en el templo, sobre todo durante el Sacrificio de la Misa, sea de un verdadero adorador; de uno que adora en espíritu y en verdad.
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