Un minutos con Dios

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Que cada uno se someta a las autoridades que están en el poder, porque no hay autoridad, que no esté puesta por Dios; las que existen, por Dios han sido puestas.

Así, el que se opone a la autoridad… se opone al orden puesto por Dios; y, los que se oponen, recibirán su propia condenación.

Porque los que mandan no son causa de temer, cuando se obra bien, sino cuando se obra mal.

¿Quieres no temer a la autoridad? Obra bien y recibirás de ella alabanza; pues para ti es la autoridad un instrumento de Dios, para llevarte al bien” (Rom, 13, 1-4).

“Los reyes de las naciones —decía Cristo en su Evangelio— las tiranizan y sus príncipes reciben el nombre de bienhechores. Pero entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros sea como el menor y el jefe como el que sirve” (LC, 22, 25-26).

Este es el sentido de humildad y servicio de la autoridad con entraña cristiana.

“Le presentaron un deñario, Y les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Dicenle: Del César. Entonces les dice: Pues lo del César, devolvédselo al César y lo de Dios a Dios” (Mt, 22,19-21).

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