Un minuto con Dios

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Semejantes a las bienaventuranzas del Evangelio son las del libro del Kempis:

“Bienaventurado el hombre que escucha al Señor, que le habla interiormente y de su boca recibe palabras de consolación.
Bienaventurados los oídos que perciben lo sutil de las inspiraciones divinas y no advierten los susurros mundanos.
Bienaventurados ciertamente los oídos que no escuchan la voz de afuera, sino la verdad que enseña dentro.
Bienaventurados los ojos que, cerrados a las cosas exteriores, sólo están atentos a las interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores y estudian con ejercicios continuos, para prepararse a entender cada día más los secretos celestiales.”

Ya sabemos que también lo exterior es necesario; pero como nos absorbe tanto lo exterior y descuidamos tanto lo interior, por eso están en su lugar las bienaventuranzas del Kempis.

“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han sacrificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Gal, 5, 22-24).

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