Un minuto con Dios

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El trigo va granando en la espiga; pero solamente se llegará a convertir en hostia de elevación cuando sea puesto sobre la patena, para llegar a ser Eucaristía.

Cada uno de los actos de tu día podrá llegar a ser transformado en vida, acción, en fecundidad, en Dios.

Pero antes deberás ponerlo en la patena de tu ofre­cimiento, a fin de que se eleve sobre la materialidad de la vida y se llegue a convertir en espíritu.

Y así toda tu vida será una verdadera misa que transforme y cambie tu existir en una misa, que te acerque a Dios y te haga comunión y sacrificio.

Un sacrificio redentor y trasformador; desaparecerás tú y, en cambio, en lugar tuyo aparecerá Dios.

Y cuando Dios aparece, todo se ve de otra forma y de otro color, a todo se le da otro significado y otra dimensión; en todo se descubre una proyección más dilatada y promisoria.

“La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visi­bles sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas” (II Cor, 4, 17-18).

Todo pasa y pasamos nosotros con todo; sola­mente permanece Dios y lo que es de Dios.

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