Para sanar al mundo

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Hay tantos factores que pueden bloquear la vida de un ser humano en el mundo físico, mental, emocional o espiritual que es trascendente observar nuestros comportamientos para darnos cuenta de con qué cosas estamos frenando el desarrollo de nuestros potenciales.

Los miedos sin fundamento real, los patrones de conducta obsesivos, la no aceptación, la ansiedad, la parálisis de nuestras emociones, las depresiones crónicas, etcétera. pueden ser indicadores claros de que en alguno o varios sentidos estamos congelados o estancados.

Es fundamental que no adoptemos como ”normales” estados de ánimo o condiciones emocionales o físicas que bloquean la vida impidiendo que sintamos entusiasmo, gusto por vivir, alegría, gozo, inspiración, poder creativo, poder personal, ganas de divertirnos, de dar y recibir.

Una vida apagada, grisácea y llena de emociones negativas no es una condición sana, aunque se vea por doquier no es la verdadera naturaleza del alma y corazón humanos.

El origen de estas emociones está ubicado primordialmente en la infancia, así que aunque no sepamos a ciencia cierta de dónde provienen, ahora como adultos podemos ser capaces de reconocerlas y tomar acción al respecto. La enorme variedad de técnicas de salud emocional que existe actualmente es también un indicador de que el planeta entero quiere sanarse.

Así que tomar esas oportunidades es, al mismo tiempo, sanar al género humano. Es tiempo ya de abandonar los sistemas de juicio. Es un inicio de suma importancia. Nunca podremos saber qué es lo que realmente ocurre con una persona sumamente tímida o que tachamos como torpe en sus expresiones y acciones.

Todas las personas que cruentamente catalogamos como estúpidas, incapaces o malas son en realidad, símbolos abiertos de heridas emocionales muy profundas que requieren como respuesta una mente compasiva y un corazón abierto, no otra mente llena de prejuicios que separa, condena y contribuye a que todo empeore, porque además, aunque lo tengamos aprendido a nivel mental, es profundamente cierto que si lo tachamos en los otros, es porque tenemos que sanarlo primero en nosotros mismos.

Nuestra salud emocional, física y espiritual es el primer gran paso, si no es que el más importante, a la contribución de un mundo mejor. El enjuiciamiento a los demás es también una enfermedad colectiva, y ser parte de ese mecanismo no resuelve nada y sólo nos hace cómplices de lo que después de manera tan incongruente, nos quejamos.

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