“Refiere el Evangelio que, al comparecer Cristo delante de Poncio Pílalos, le dijo: ‘Vine a dar testimonio de la verdad’, y que, en ese momento, Pilatos, como preguntándose a sí mismo, murmura: ‘¿Qué es la verdad?’, antes de salir del pretorio. Es la última gran pregunta del paganismo, el cual tenía buenas razones para formularla después de haber interrogado tanto al cielo durante siglos, con una admirable y vana agudeza intelectual.

Los pensadores griegos y algunos otros lo dijeron todo, pero no todos dijeron lo mismo. Y, como sus teorías son de una lógica irreprochable, podemos considerar que son todas verdaderas; lo cual quiere decir, en resumen, que no hay una sola verdad, sino varias, e incluso tantas como inteligencias en condiciones de razonar correctamente”.

Sin embargo, Cristo nos dice: “Yo soy la verdad”.
Para nosotros, la verdad rio es una idea, ni un misterio, ni una filosofía, sino una persona, la cual no puede ser evidentemente más que la persona de Jesucristo. Pues si bien es verdad que los griegos exploraron el pensamiento humano en todas las direcciones, de modo que podemos encontrar a Monod en Demócrito, a Darwin en Heráclito, y, buscando bien, a Hegel en Platón, es verdad también que desde el comienzo de la historia y hasta el día de hoy, Cristo es el único que nos dijo algo sobre el pensamiento divino.

De ello se sigue que la verdad, para nosotros, no es otra cosa que la irradiación de su persona en nuestra vida, en el mundo, y en el pensamiento.