­

Un minuto con Dios

0:00

Lo más fatal que puede ocurrirle a uno es tener ra­zón y no saber usar de ella.

Porque, al tener razón, se abroquela en ella de tal forma, que no admite ciertos derechos que tienen los demás: derecho a pensar, como ellos creen que deben pensar; derecho a defender lo que ellos juzgan como justo y verdadero; derecho a disentir de él; derecho a ver la verdad desde su punto de vista; en una palabra: derecho a pensar que ellos también tienen razón.

Y así es como surgen las riñas y discusiones acalora­das; examínate con detención y verás que la mayoría de las veces que has discutido de tal forma, que la discusión ha llegado a turbarte, ha sido porque pensa­bas que tú tenías razón; pero no has sabido usar rec­tamente de tu razón y en esto ya no tenías razón.

Pues, si haces bien en defender tu razón, no haces bien en defenderla de esa forma violenta, acre, inci­siva, nada caritativa; y no es la razón la que debe man­dar en tu vida, sino el amor; el amor, que ama con razón y sin ella.

Tres veces seguidas le pidió Jesús a Pedro, que le dijera si lo amaba y entonces Pedro “se entristeció de que le preguntara por tercera vez: ¿Me quieres?” y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn, 21, 17).

No tres, sino infinitas veces debes repe­tirle al Señor que lo amas.

Tambien podria interesarte

0 comentarios

Popular Posts