Un minuto con Dios

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No basta no ser malo; es preciso también no parecer malo; pues si pareces malo, aunque no lo seas, te haces mal a ti mismo y haces mal a los demás.

La bondad ha de ser antes que nada interna, de corazón, de verdad, auténtica: has de ser bueno ante tu conciencia y ante Dios.

Pero la bondad requiere ser expresada, visibilizada, manifestada, a fin de que todos los demás se sientan animados también a ser buenos y siendo todos buenos, hagamos al inundo mejor de lo que es.

Pero la bondad de corazón no aparecerá en rostros tristes, alargados, ceñudos, en actitudes de rechazo, en palabras violentas, en negaciones sin sentido; eso no es “aparecer” bueno, y te vuelvo a repetir que no basta ser bueno, sino que es preciso también demostrarlo.

Parecer bueno y no serlo, es hipocresía; serlo y no aparecerlo, es falsedad.

Cristo nos exige una perfección real y no aparente; no admite en nosotros ninguna falsedad; nos quiere auténticos cristianos y nos propone este lema: “Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt, 5, 48).

Y el apóstol Pablo ordena: “Muéstrate ejemplo o dechado de buenas obras” (Tito, 2, 7).

Tienes que ser otro Cristo, de suerte que el que te vea a ti, vea a Cristo en ti.

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