Descubrir el secreto escondido
8:19
A eso de las dos de la tarde, en medio de un molesto calor sofocante, iba mi amigo M.D. camino a su oficina.
Por suerte para él, su carro tiene un buen aparato acondicionador de aire, aunque ni esto parecía ser suficiente para hacerlo sentir cómodo.
Mientras esperaba que un semáforo rojo cambiara a verde, alcanzó a ver en una esquina a un hombre que cargaba cosas en un triciclo. Le reconoció: era su amigo Francisco, así que bajó el vidrio y lo saludó amablemente.
Al oír el saludo y ver a M.D., la cara de Francisco pareció iluminarse: -“¡Hola amigo! ¿Cómo está usted?”, le dijo, mostrando una enorme sonrisa.
A M.D. le llamó la atención la alegría de Francisco, cuyo triciclo, naturalmente, no tenía acondicionador de aire. Cuando arrancó en su carro, observó por el espejo retrovisor aquella figura jovial y risueña diciéndole adiós animadamente con ambas manos.
Me contó M.D. que Francisco ese día, sin proponérselo, le ayudó a hacer un descubrimiento fundamental, y es el siguiente: La felicidad no depende de las posesiones Tengo frente a mí un libro muy actual (2011) y muy cercano. Lo escribió un dominicano de Santiago, llamado el P. Miguel Marte, y hablando del tema de hoy, dice en la pag. 99: “Vivimos en la época del mercado.
Todo se compra y se vende. Pero ¿aparecerá alguien capaz de vender todo sólo para comprar el Reino de Dios? Permítame dudarlo. Más fácil nos comprarnos un carro del año, un juego de prendas, un apartamento de lujo o una mansión en Punta Cana. ¿Y Dios? muy bien, gracias.” Bueno, tengo que diferir un poco de éste párrafo del Padre Marte.
Conozco personas con carros grandes y casas de veraneo que están buscando sinceramente el Reino de Dios.
-¿Lo están buscando, o lo han encontrado? -Bueno… lo están buscando, al igual que usted y yo. Lo que sucede es que estamos tan influenciados con el concepto mundano de que placer, poder y honores son la felicidad... Que no descubrimos el verdadero tesoro escondido.
La pregunta de hoy
¿Cuál es, entonces, la única auténtica fuente de la felicidad?
El evangelio de hoy (Mateo 13, 44- 52) nos da una respuesta sumamente sencilla. Tan sencilla, que las personas complicadas no pueden entenderla.
Dice que un hombre descubrió un tesoro escondido en un campo y “lleno de alegría, fue a vender todo lo que tenía, y compró el campo aquel” (Mateo 13,44).
Según esto, la clave de la alegría es algo que hay que descubrir, porque está escondido. Pero hay algo más: también según esto, parece que lo que causa la felicidad no es tanto lo que uno tiene, cuanto lo que ha llegado a saber que tendrá, porque el hombre estaba feliz porque ya había encontrado el tesoro, aunque todavía no lo poseyera plenamente.
Otra pregunta ¿Qué beneficio inmediato recibo yo de recibir el regalo del Reino de Dios? El gran beneficio inmediato es nunca más estar solo. Quien recibe la vida de Dios puede contar con su Presencia en cada momento, y empieza a descubrirlo en lo cotidiano, en las cosas más personales, en los acontecimientos más sencillos.
Señor, Espíritu Santo. Estamos tan distraídos…. ayúdanos a descubrir el tesoro escondido.
Luis García Dubus
igdubus@hotmail.com
Mientras esperaba que un semáforo rojo cambiara a verde, alcanzó a ver en una esquina a un hombre que cargaba cosas en un triciclo. Le reconoció: era su amigo Francisco, así que bajó el vidrio y lo saludó amablemente.
Al oír el saludo y ver a M.D., la cara de Francisco pareció iluminarse: -“¡Hola amigo! ¿Cómo está usted?”, le dijo, mostrando una enorme sonrisa.
A M.D. le llamó la atención la alegría de Francisco, cuyo triciclo, naturalmente, no tenía acondicionador de aire. Cuando arrancó en su carro, observó por el espejo retrovisor aquella figura jovial y risueña diciéndole adiós animadamente con ambas manos.
Me contó M.D. que Francisco ese día, sin proponérselo, le ayudó a hacer un descubrimiento fundamental, y es el siguiente: La felicidad no depende de las posesiones Tengo frente a mí un libro muy actual (2011) y muy cercano. Lo escribió un dominicano de Santiago, llamado el P. Miguel Marte, y hablando del tema de hoy, dice en la pag. 99: “Vivimos en la época del mercado.
Todo se compra y se vende. Pero ¿aparecerá alguien capaz de vender todo sólo para comprar el Reino de Dios? Permítame dudarlo. Más fácil nos comprarnos un carro del año, un juego de prendas, un apartamento de lujo o una mansión en Punta Cana. ¿Y Dios? muy bien, gracias.” Bueno, tengo que diferir un poco de éste párrafo del Padre Marte.
Conozco personas con carros grandes y casas de veraneo que están buscando sinceramente el Reino de Dios.
-¿Lo están buscando, o lo han encontrado? -Bueno… lo están buscando, al igual que usted y yo. Lo que sucede es que estamos tan influenciados con el concepto mundano de que placer, poder y honores son la felicidad... Que no descubrimos el verdadero tesoro escondido.
La pregunta de hoy
¿Cuál es, entonces, la única auténtica fuente de la felicidad?
El evangelio de hoy (Mateo 13, 44- 52) nos da una respuesta sumamente sencilla. Tan sencilla, que las personas complicadas no pueden entenderla.
Dice que un hombre descubrió un tesoro escondido en un campo y “lleno de alegría, fue a vender todo lo que tenía, y compró el campo aquel” (Mateo 13,44).
Según esto, la clave de la alegría es algo que hay que descubrir, porque está escondido. Pero hay algo más: también según esto, parece que lo que causa la felicidad no es tanto lo que uno tiene, cuanto lo que ha llegado a saber que tendrá, porque el hombre estaba feliz porque ya había encontrado el tesoro, aunque todavía no lo poseyera plenamente.
Otra pregunta ¿Qué beneficio inmediato recibo yo de recibir el regalo del Reino de Dios? El gran beneficio inmediato es nunca más estar solo. Quien recibe la vida de Dios puede contar con su Presencia en cada momento, y empieza a descubrirlo en lo cotidiano, en las cosas más personales, en los acontecimientos más sencillos.
Señor, Espíritu Santo. Estamos tan distraídos…. ayúdanos a descubrir el tesoro escondido.
Luis García Dubus
igdubus@hotmail.com
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