A Dios le gustan los chiquitos
7:44
El Señor habla en el evangelio (Mateo 13, 24-43) de un campo donde un hombre “sembró buena semilla, y luego, mientras todos dormían, llegó su enemigo, sembró maleza (cizaña) entre el trigo y se marchó”.
El campo, según explica luego el Señor, es el mundo; quien siembra buena semilla es Dios, en tanto que quien siembra la maleza o cizaña es el diablo.
Esto lo vemos a diario entre matrimonios, familias, grupos de trabajo, y hasta en comunidades cristianas: alguien siembra la cizaña y surgen rivalidades, enemistades, envidias... todas estas cosas producto del príncipe del engaño y de la división.
No me toca a mí juzgar quién es buena semilla y quién es maleza. El Señor dice que le dejemos eso a Él, y añade que Él solo lo hará “al final de los tiempos”. Así que yo no tengo para qué meterme a juez de nadie.
Entretanto, en cuanto a mí mismo, puedo saber y confiar en que mi maleza puede ser curada, que mi pobre interior lleno de temor, dudas, confusiones y lucha, puede ser sanado una y otra vez por el amoroso perdón de Dios, por su ternura y cuidado por los “chiquitos”.
Y la razón es que tenemos un Padre deseoso de acogernos con amor. Y al amparo de ese amor, el hombre todo lo puede. Incluso perdonar a quien lo ha ofendido a él.
¿Ha vivido usted la maravillosa experiencia de ser perdonado por Dios?
Puedo asegurarle que es algo que produce mucha alegría, mucha paz y mucha fuerza de ánimo.
La pregunta de hoy¿A Dios le gustan los chiquitos?
Hace poco leí un articulo escrito por un señor apellido Maza que afirmaba esto. Creo que él tiene toda la razón. Creo que la maleza son los “grandes” y el trigo los chiquitos.
A “los grandes” les han hecho tantos honores, y les han dado tantos reconocimientos y aplausos; ó quizás tengan muchos títulos o dinero, o poder, que se han llegado a creer que son grandes... y nadie es grande ante Dios.
Por eso el Señor habla también hoy de la mostaza, cuya semilla era la más chiquita de todas, y cuyo producto era un arbusto de no más de cuatro pies de alto.
Igualmente habla de la levadura, que no era más que un pan podrido que los judíos dejaban en un sitio oscuro y húmedo hasta que se pudriera.
¿Quieren algo más chiquito que una semilla o un arbusto de mostaza de cuatro pies de alto, o un pan podrido?
“De verdad les aseguro que a menos que ustedes cambien y se hagan como niños, nunca entrarán en el Reino de Dios”. (Mateo 18, 3)
Desde luego que “niño” no quiere decir “inocente”, o “puro”, sino de poca importancia y subordinado y sumiso a su Padre, es decir, chiquito.
¡Clarísimo! ¿No le parece?
Luis García Dubus
Esto lo vemos a diario entre matrimonios, familias, grupos de trabajo, y hasta en comunidades cristianas: alguien siembra la cizaña y surgen rivalidades, enemistades, envidias... todas estas cosas producto del príncipe del engaño y de la división.
No me toca a mí juzgar quién es buena semilla y quién es maleza. El Señor dice que le dejemos eso a Él, y añade que Él solo lo hará “al final de los tiempos”. Así que yo no tengo para qué meterme a juez de nadie.
Entretanto, en cuanto a mí mismo, puedo saber y confiar en que mi maleza puede ser curada, que mi pobre interior lleno de temor, dudas, confusiones y lucha, puede ser sanado una y otra vez por el amoroso perdón de Dios, por su ternura y cuidado por los “chiquitos”.
Y la razón es que tenemos un Padre deseoso de acogernos con amor. Y al amparo de ese amor, el hombre todo lo puede. Incluso perdonar a quien lo ha ofendido a él.
¿Ha vivido usted la maravillosa experiencia de ser perdonado por Dios?
Puedo asegurarle que es algo que produce mucha alegría, mucha paz y mucha fuerza de ánimo.
La pregunta de hoy¿A Dios le gustan los chiquitos?
Hace poco leí un articulo escrito por un señor apellido Maza que afirmaba esto. Creo que él tiene toda la razón. Creo que la maleza son los “grandes” y el trigo los chiquitos.
A “los grandes” les han hecho tantos honores, y les han dado tantos reconocimientos y aplausos; ó quizás tengan muchos títulos o dinero, o poder, que se han llegado a creer que son grandes... y nadie es grande ante Dios.
Por eso el Señor habla también hoy de la mostaza, cuya semilla era la más chiquita de todas, y cuyo producto era un arbusto de no más de cuatro pies de alto.
Igualmente habla de la levadura, que no era más que un pan podrido que los judíos dejaban en un sitio oscuro y húmedo hasta que se pudriera.
¿Quieren algo más chiquito que una semilla o un arbusto de mostaza de cuatro pies de alto, o un pan podrido?
“De verdad les aseguro que a menos que ustedes cambien y se hagan como niños, nunca entrarán en el Reino de Dios”. (Mateo 18, 3)
Desde luego que “niño” no quiere decir “inocente”, o “puro”, sino de poca importancia y subordinado y sumiso a su Padre, es decir, chiquito.
¡Clarísimo! ¿No le parece?
Luis García Dubus
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